EL ESPÍRITU SANTO EN SAN IRENEO

 

·Ireneo-san (+202-203), escribe su obra en la segunda mitad del 
s. II.



_Contra-las-herejías I,101: "La Iglesia recibió de los Apóstoles y 
de sus discípulos la fe en un solo Dios, Padre omnipotente, y en un 
solo Jesucristo, el Hijo de Dios, y en el Espíritu Santo, quien por los 
profetas anunció los designios salvíficos, las dos venidas, el 
nacimiento de la Virgen, la pasión, la resurrección de entre los 
muertos, la asunción al cielo en la carne del amado Jesucristo, 
nuestro Señor, y su retorno del cielo en la gloria del Padre, para 
recapitular en sí todas las cosas (Ef 1,10) y resucitar toda carne de 
toda la humanidad Esta es la disposición de nuestra fe, el 
fundamento del edificio y la constitución de la vida: Dios Padre, 
increado, ilimitado e invisible, un solo Dios, creador de todo; éste es 
el primer artículo de nuestra fe; el segundo: el Logos de Dios, el Hijo 
de Dios, nuestro Señor Jesucristo, que se apareció a los profetas y 
se hizo Hombre para destruir la muerte y manifestar la vida, 
realizando la comunión de Dios y del hombre; el tercero: el Espíritu 
Santo, por medio del cual profetizaron los profetas, fueron instruidos 
los padres en la ciencia de Dios y los justos fueron guiados por la 
senda de la justicia, el cual -al final de los tiempos- se fundió de 
nuevo sobre la humanidad -por toda la tierra- renovando al hombre 
para Dios. Por eso nuestra regeneración (bautismal) se realiza 
siguiendo estos tres artículos, otorgándonos la gracia del 
renacimiento de Dios Padre, por virtud de su Hijo, con el Espíritu 
Santo. Pues quienes recibieron y llevan al Espíritu de Dios son 
conducidos al Verbo, es decir, al Hijo, acogiéndolos éste y 
presentándolos al Padre, quien los hace incorruptibles. De ahí que 
sin el Espíritu no es posible ver al Logos de Dios, ni pueden alguien 
sin el Hijo acercarse al Padre; ya que el Hijo es la Sabiduría del 
Padre, y la ciencia del Hijo es dada por el Espíritu Santo. Pero el 
Hijo otorga el Espíritu según agrada al Padre, a modo de ministerio 
carismático, a quienes El quiere y como quiere el Padre... Por eso el 
Espíritu es... designado por el profeta Isaías en siete formas de 
carismas, asumidos por el Hijo de Dios... a raíz de su venida en 
forma de hombre... Así es Dios glorificado por su Hijo eterno y por el 
Espíritu Santo, que es la Sabiduría del Padre de todos".

S. Ireneo, Contra las herejías III,10,1:
"(Juan el Bautista) convirtiéndolos a su Señor, preparaba al Señor 
un pueblo bien dispuesto, en el Espíritu y en la potencia de Elías"

S. Ireneo, Contra las herejías III,7,2:
"Que Pablo usa frecuentemente las inversiones por la velocidad 
de sus palabras y por el ímpetu del Espíritu que está en él es 
posible descubrirlo en muchos otros pasajes...".

S. Ireneo, Contra las herejías III,9,3:
"A propósito del bautismo, Mateo sigue diciendo: Se abrieron los 
cielos y vio el Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y 
descendía sobre él. Y he aquí que una voz del cielo decía: 'Tu eres 
mi Hijo, el amado, en el cual he puesto mi complacencia (Mt 
3,16-17). No es verdad que entonces Cristo descendiese sobre 
Jesús, ni que uno es Cristo y otro es Jesús. Es el Verbo de Dios, el 
Salvador de todos y Señor del cielo y de la tierra, que es Jesús 
-como ya hemos demostrado -, el cual después de haber tomado la 
carne y después de haber sido ungido por el Padre en el Espíritu 
llega a ser Jesucristo. Como dice Isaías: Y brotará un retoño del 
tronco de Jesé, y retoñará de sus raíces un vástago. Sobre El se 
posará el Espíritu de Dios, Espíritu de sabiduría e inteligencia, 
Espíritu de consejo y de fortaleza, Espíritu de ciencia y de piedad y 
lo llenará del Espíritu del temor de Dios. No juzgará según la 
apariencia ni condenará según las opiniones sino que hará justicia 
al humilde y condenará a los grandes de la tierra (Is 11,1-4). Y 
también Isaías indicaba su unción y porque fue ungido, dice: El 
Espíritu del Señor está sobre mi, porque me ha ungido para llevar la 
buena nueva a los humildes; me ha enviado a curar a los que 
quebrantados de corazón, a anunciar a los prisioneros la libertad y 
a los ciegos la vista, a proclamar el año de la misericordia del Señor 
y el día de la retribución, a consolar a todos los que lloran (Is 
61,1-2). Así pues, el Verbo de Dios era hombre, nacido de la raíz de 
Jesé e hijo de Abrahám, el Espíritu de Dios reposaba sobre El y era 
ungido para llevar el alegre anuncio a los humildes Por lo tanto, 
sobre El bajó el Espíritu de Dios -el Espíritu de Aquél que por medio 
de los profetas había prometido ungirlo- para que nosotros, 
participando de la abundancia de su unción, fuésemos salvados".

S. Ireneo, Contra las herejías III,11,8:
"Por lo demás, los Evangelios no pueden ser ni más ni menos que 
éstos. Dado que son cuatro las regiones del mundo, en el que 
estamos, y cuatro los vientos difundidos sobre toda la tierra y la 
Iglesia está extendida por todo el orbe, el Evangelio y el Espíritu de 
vida es columna y cimiento de la Iglesia. Es natural que la Iglesia 
tenga cuatro columnas que efunden en todas las partes la 
incorruptibilidad y vivifican a los hombres (cf. Sab 1,7).... El cuarto 
es semejante a un águila que vuela (Apoc 4,7) y significa el don del 
Espíritu que vuela sobre la tierra ... Marcos, por su parte, comienza 
con el Espíritu profético que desde lo alto baja a los hombres, 
diciendo: Comienzo del Evangelio, como está escrito en el profeta 
Isaías (Mc 1,1-2), mostrando la imagen alada del Evangelio y por 
esto ha hecho un anuncio conciso y rápido; porque es el carácter 
profético... hecho hombre por nosotros, envió el don del Espíritu 
celeste sobre toda la tierra, protegiéndonos con sus alas (cf. Salmo 
16,8;60,5).

S. Ireneo, Contra las herejías III,11,9:
"... otros para rechazar el don del Espíritu, difundido en los últimos 
tiempos sobre el género humano (cf. Hechos 2,16-17) según el 
beneplácito del Padre, no aceptan la forma del Evangelio según 
Juan, en el cual el Señor promete enviar el Paráclito (cf. Jn 15,26), 
pero rechazan, al mismo tiempo, el Evangelio y el Espíritu profético. 
Son verdaderamente desdichados los que afirman que hay falsos 
profetas y alejan de la Iglesia el don profético, comportándose como 
aquellos que por los que se acercan a las asambleas hipócritamente 
se abstienen también ellos de la comunión con los hermanos... 
pecando en todo esto contra el Espíritu de Dios caen en el pecado 
irremisible (cf. Mt 12,31-32).

S. Ireneo, Contra las herejías III,12,1:
"El apóstol Pedro, después de la resurrección y ascensión a los 
cielos del Señor, queriendo completar el número de los doce 
apóstoles y poner en el lugar de Judas a otro que fuera elegido por 
Dios, dijo a los que estaban con él: Hermanos, es necesario lo que 
el Espíritu Santo, en la Escritura, ha predicho por boca de David en 
relación a Judas, que guió a los que arrestaron a Jesús -él 
pertenecía a los nuestros- ... (Hechos 1,16-17.20; Salmo 68,26; 
108,8) Y cuando el Espíritu Santo bajó sobre los discípulos para 
que todos profetizaran y hablaran en lenguas (cf. Hech 2,4), pues 
algunos se reían como si estuviesen borrachos de vino dulce (cf. 
Hech 2,13), Pedro replicó que aquellos no estaban borrachos, pues 
era la hora tercia de la jornada, y se confirmaba cuanto se había 
dicho por el profeta: Acaecerá en los últimos días- -dice el Señor- 
en que yo derramaré mi Espíritu sobre todo viviente y profetizarán 
(cf. Hechos 2, 15-17). Por lo tanto, el Dios que por medio del profeta 
promete enviar su Espíritu sobre el género humano lo ha enviado y 
Pedro proclama que este mismo Dios ha cumplido su promesa". 

A. Ireneo, Contra las herejías III,12,15: 
"... Probablemente ni siquiera le hubiera dado tan fácilmente el 
bautismo si no les hubiese oído porfetizar bajo la acción del Espíritu 
Santo que reposaba sobre ellos. Por esto decía: ¿podrá, acaso, 
alguno negar el agua del bautismo a éstos, que han recibido el 
Espíritu Santo igual que nosotros? (Hechos 10,47), buscando 
persuadir a los que le acompañaban e indicando que si el Espíritu 
Santo no hubiese descendido sobre ellos, siempre habría alguno 
que le habría negado el bautismo. Cuando Santiago y los apóstoles 
que le acompañaban le permitían a los paganos actuar libremente 
nos confíaban al Espíritu Santo..." 

S. Ireneo, Contra las herejias III,17,1:
"En efecto, los Apóstoles... dijeron que sobre El descendió el 
Espíritu en forma de paloma (Mt 3,16), el mismo Espíritu del que 
Isaías dijo: Y se postrará sobre él el Espíritu de Dios, como hemos 
dicho antes; también: El Espíritu del Señor está sobre mí, pues el 
Señor me ha ungido (Is 61,1). Este es el Espíritu del que dijo el 
Señor: No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu del Padre 
hablará en vosotros (Mt 10,20). Y, cuando daba a sus discípulos el 
poder de la regeneración (bautismal), les decía: Id y enseñad a 
todas las gentes, bautizándolas en nombre del Padre y del Hijo y del 
Espíritu Santo (Mt 28,19). En efecto, mediante los profetas prometió 
efundirlo en los últimos tiempos sobre sus siervos y siervas, a fin de 
que profetizasen (Joel 3,1-3). Precisamente para esto descendió 
también sobre el Hijo de Dios, hecho hijo del hombre. Con él se 
habituaba a habitar en el género humano y a reposar sobre los 
hombres y a habitar en la creatura de Dios; realizaba en ellos la 
voluntad de Dios y los renovaba haciéndolos pasar de la vejez a la 
novedad de Cristo. 

S. Ireneo, Contra las herejías III,17,2:
"Este Espíritu lo pidió David para el género humano diciendo: Y 
con el Espíritu que gobierna sostieneme (Salm o 50,14). De él 
Lucas dice que después de la ascensión del Señor bajó sobre los 
discípulos en Pentecostés con el poder sobre todas las gentes para 
introducirles en la vida y abrirles el Nuevo Testamento. Por eso en 
todas las lenguas, impulsados por un mismo Espíritu, ofrecían 
himnos a Dios mientras que el Espíritu reconducía a la unidad a las 
tribus separadas y ofrecía al Padre las primicias de todas las 
gentes. Por eso también el Señor prometió enviar al Paráclito que 
nos debía conducir a Dios. De igual modo que la harina seca no 
puede llegar a ser, sin agua, una sola masa y un solo pan, así 
también nosotros que somos muchos no podíamos llegar a ser uno 
en Cristo sin el Agua que viene del cielo. Y como la tierra seca no 
fructifica si no recibe el agua así también nosotros que antes 
éramos leño seco no habríamos podido jamás llevar como fruto la 
vida sin la lluvia venida espontáneamente desde lo alto. He hecho 
nuestros cuerpos han recibido mediante el bautismo la unión con la 
incorruptibilidad mientras que nuestras almas la han recibido 
mediante el Espíritu... Bebida que el mismo Señor recibió del Padre 
y él dio a aquellos que participan de él enviando el Espíritu Santo 
sobre toda la tierra". 

S. Ireneo, Contra las herejías III,17,3: 
"Previendo la gracia de este don, Gedeón, el ismaelita que Dios 
escogió para salvar al pueblo de Israel del dominio de los 
extranjeros, cambió su petición (cf. Jueces 6,36-40) profetizando 
que en el vellón de lana sobre el cual anteriormente se había 
posado el rocío -vellón que simboliza al pueblo- había de cubrirse 
con la sequía, es decir, que no había de tener jamás el Espíritu 
Santo de Dios, como dice Isaías: mandaré a las nubes que no 
lluevan sobre ella (Is. 5,6), mientras que sobre la tierra se había de 
posar el rocío, el Espíritu de Dios, que descendió sobre el Señor, 
Espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y de poder, 
espíritu de ciencia y de piedad, espíritu de temor de Dios (Is.11,2-3). 
Este Espíritu después lo donó a la Iglesia enviando desde el cielo al 
Paráclito (cf. Jn 15,26) sobre toda la tierra donde -como dice el 
Señor- ha sido precipitado el diablo como un rayo. Por lo tanto ha 
sido necesario el rocío de Dios para no ser quemados y llegar a ser 
estériles para que allí donde encontramos al acusador (cf. Apoc. 
12,10) allí también hallemos al Defensor. Porque el Señor confió al 
Espíritu Santo a su creatura (hombre) que había caído en poder de 
los ladrones; tuvo compasión de él, le vendó las heridas, dándole 
dos denarios reales para que, recibiendo mediante el Espíritu la 
imagen y el sello del Padre y del Hijo, hagamos fructificar los 
denarios a nosotros confiados y lo devolvamos multiplicados al 
Señor (cf. Mt 25,14-30; Lc 19,12-27)" .

Ireneo, Contra las herejías III,17,4:
"Así pues, el Espíritu Santo descendió por la 'economía' de la que 
ha poco hemos hablado; y el Unigénito Hijo de Dios, que es también 
el Verbo del Padre, cuando llegó la plenitud de los tiempos (cf. Gal 
4,4) se encarnó en el hombre en favor del hombre y llevó a plenitud 
toda la 'economía' humana: Jesucristo nuestro Señor, uno solo y el 
mismo, como el mismo Señor testimonia, los apóstoles confiesan y 
los profetas proclaman. Por lo tanto se demuestran como falsas 
todas las doctrinas de cuantos han descubierto Ogdoadas, 
Tetradas y Décadas y han fabulado subdivisiones. Estos, por una 
parte, eliminan al Espíritu y, por otra parte, piensan que uno es el 
Cristo y otro Jesús y enseñan que no ha existido un solo Cristo sino 
muchos".

"El Espíritu Santo anunciaba claramente por medio de David, a 
cuantos lo escuchaban (cf. Salmo 94,8), que algunos habían de 
despreciar a Aquel que nos ha plasmado, el cual es el único Dios"

Ireneo, Contra las herejías III,18,3:
"Entonces perecerá por tu ciencia el hermano flaco por quien 
Cristo murió (1 Cor 8,11), indicándonos que no es verdad que un 
Cristo impasible descendió sobre Jesús, sino que Jesús mismo 
siendo Cristo sufrió por nosotros, se durmió en la muerte y resucitó 
(cf. Salmo 3,6), descendió y volvió a subir (cf Ef 4,10), El, el Hijo de 
Dios convertido en Hijo del hombre, como el mismo nombre indica: 
en efecto, en el nombre de Cristo se entiende a Aquel que unge, 
Aquel que fue ungido y la Unción misma con que fue ungido. El que 
unge es el Padre y el Hijo es ungido, en el Espíritu, que es la 
Unción. Como el Verbo dice por medio de Isaías: El Espíritu de Dios 
está sobre mí, por eso me ha ungido (Is 61,1; Lc 4,18) indicándonos 
al Padre que unge, al Hijo que fue ungida la Unción, que es el 
Espíritu".

Ireneo, Contra las herejías III,21,4:
"Un solo y mismo Espíritu anunció por los profetas cuál sería y 
dónde tendría lugar la venida del Señor (cf. Mt 2,5-6), y (ese 
Espíritu) tradujo bien por medio de los Ancianos lo que había sido 
profetizado, anunciando por medio de los Apóstoles el cumplimiento 
del tiempo de la adopción filial (cf Gal 4,4-5), que el reino de los 
cielos (cf. Mt 3,2) está cercano y que está en medio de los hombres 
(cf. Lc 17,21) que creen en el Enmanuel que nació de la Virgen (cf 
Is 7,14). Ahora bien, ellos testimonian que antes que José habitara 
con María, es decir, mientras ella estaba en estado de virginidad, se 
halló en cinta por obra del Espíritu Santo (Mt 1,18), y que el ángel 
Gabriel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre tí y la potencia del 
Espíritu te cubrirá con su sombra, por eso el santo que nacerá de ti 
será llamado Hijo de Dios (Lc 1,35), y que el ángel en sueños dijo a 
José: Esto ha acontecido para que se cumpliese lo que profetizado 
por el profeta Isaías: He aquí que la Virgen concebirá en su seno 
(Mt 1,22-23)... El Espíritu Santo indicó exactamente, con estas 
palabras, su generación -que nace de la Virgen- y su ser -que es 
Dios-, pues esto es lo que significa el nombre de Enmanuel, y que 
es hombre porque dice que comerá mantequilla y miel; lo llama niño, 
pues dice 'antes de que conozca el bien y el mal' -palabras éstas 
que indican un hombre niño" 

Ireneo, Contra las herejías III,24,1:
"...La predicación de la Iglesia es firme en todas partes, 
permanece siempre igual y está sostenida por el testimonio de los 
profetas, de los apóstoles y todos sus discípulos... fundamenta 
nuestra fe. Hemos recibido ésta de la Iglesia y la custodiamos, 
mediante el Espíritu de Dios, como un depósito precioso contenido 
en un vaso de valor, rejuveneciéndose siempre y rejuveneciendo al 
vaso que la contiene. A la Iglesia, en efecto, fue confiado el 'Don de 
Dios' (cf. Jn 4,10), como el soplo a la creatura plasmada (cf Gen 
2,7), a fin de que todos los miembros sean vivificados mediante su 
participación; en ella fue depositada la comunión con Cristo, es 
decir, el Espíritu Santo, arra de incorrupción (cf Ef 1,4; 2 Cor 1,22), 
confirmación de nuestra fe y escala de nuestro ascenso a Dios (cf 
Gen 28,12). En efecto, en la Iglesia puso Dios apóstoles, profetas y 
maestros (1 Cor 12,38), así como la restante operación del Espíritu 
(cf 1 Cor 12,11), no participando de El quienes no van a la Iglesia y 
se privan de la 'vida' por sus falsas doctrinas y acciones perversas. 
Pues, donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios; y donde 
está el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda gracia. Ahora bien, 
el Espíritu es la Verdad (cf 1 Jn 5,6). De ahí que quienes no 
participan de El, no se nutren de los pechos de la Madre, para 
recibir la vida, ni alcanzan la purisima sangre de brota del cuerpo de 
Cristo sino que excavan cisternas agrietadas (Jer 2,13) cavadas en 
fosas de tierra y beben la fétida agua de un pantano; esos 
abandonan la fe de la Iglesia para no ser desenmascarados y 
rechazan el Espíritu para no ser instruidos".

Ireneo, Contra las herejías IV,2,4:
"No fue fábula lo que nos refirió del pobre y del rico... Había un 
rico que vestía púrpura y lino fino y se deleitaba entre convites 
espléndidos' (cf Lc 16,19). De los tales había también dicho el 
Espíritu por Isaías (5,12): Beben vino al son de cítaras y harpas y 
liras y flautas, pero descuidan las obras de Dios y no consideran las 
obras de sus manos".

Ireneo, Contra las herejías IV,6,7:
"Porque estando el Hijo desde el principio presenta a su plasma, 
revela (siempre) a todos el Padre. En todas las cosas, pues, y a 
través de todas hay un solo Dios Padre y un solo Verbo Hijo y un 
solo Espíritu y una sola salud para todos los que en El creen".

Ireneo, Contra las herejías IV,7,4:
"Pues para todo le asiste su prole y su ornato, a saber, el Hijo y el 
Espíritu, el Verbo y la Sabiduría, a quienes sirven y están sujetos los 
ángeles todos. Son, de consiguiente, vanos los que, por el dicho 
aquel (cf Mt 11,27); Lc 10,22): Ninguno conoce al Padre fuera del 
Hijo, introducen otro (Dios), el Padre Ignoto".

Ireneo, Contra las herejías IV,8,1:
"Son también vanos Marción y los suyos, que desheredan a 
Abrahán, a quien el Espíritu, por medio de muchos y singularmente 
por Pablo, da testimonio de que (cf. Rom 4,3) creyó a Dios y se le 
imputó la justicia".

Ireneo, Contra las herejías IV,14,2:
"Y su voz era como de muchas aguas (Apoc 1,15). Muchas aguas 
son en efecto de verdad el Espíritu, por lo rico y por lo grande que 
es el Padre. Y a través de todos ellos hacía valer el Verbo, fuera de 
toda envidia, a quienes le estaban sujetos; trazando para todas las 
criaturas una ley conveniente y apropiada".

Ireneo, Contra las herejías IV,18,5:
"En cambio, nuestra doctrina de la Eucaristía es consonante; y la 
Eucaristía a su vez ratifica nuestra doctrina. Le ofrendamos en 
efecto lo que Le pertenece enseñando de manera congruente la 
comunión y unidad de la Carne y del Espíritu. Pues así como el pan 
venido de la tierra, en recibiendo la invocación de Dios, ya no es 
pan común, sino Eucaristía y consta de dos cosas, terrena y 
celeste, así también nuestros cuerpos, al participar de la Eucaristía, 
ya no son corruptibles, con la esperanza de la resurrección".

Ireneo, Contra las herejías IV,20,1:
"No nos hicieron por tanto ni nos modelaron los ángeles -pues 
tampoco podían los ángeles hacer la imagen de Dios (cf. Gen 1,26)- 
ni otro alguno fuera del verbo del Señor, ni una potencia muy 
alejada del Padre del universo. Porque Dios no necesitaba de ellos 
para hacer lo que en su interior había predefinido llevar a cabo, 
como si le faltaran manos. En efecto, siempre le asisten el Verbo y 
la Sabiduría, el Hijo y el Espíritu. Por su medio y en su virtud hizo 
libre y espontáneamente todas las cosas".

Ireneo, Contra las herejías IV,20,3:
"Hemos largamente demostrado que el Verbo, esto es el Hijo, 
estaba siempre con el Padre. (Y) también la Sabiduría, esto es el 
Espíritu, estaba delante de El (= del Padre) antes de toda la 
creación, lo dice por Salomón (cf. Prov 3,19-20)...". 

S. Ireneo, Contra las herejías IV,20,6:
"Así pues, los hombres contemplarán a Dios para vivir, hechos 
inmortales mediante la visión y llegados hasta Dios. Era, según dije 
anteriormente, lo que daban a conocer en figura los profetas; que 
contemplarían a Dios los hombres que llevan su Espíritu y aguardan 
siempre su advenimiento. Así lo dice también Moisés en el 
Deuteronomio (5,24) Pues algunos de ellos (= de los profetas) veían 
el Espíritu profético y sus acciones entre todos los géneros 
diseminados de carismas. Otros (profetas) en cambio veían el 
advenimiento del Señor y el ministerio -desde el principio- por el que 
llevó a cabo la voluntad del Padre en los cielos y en la tierra De tal 
suerte, por tanto, se manifestaba Dios. Pues por todas estas cosas 
se da a conocer Dios Padre; con la eficacia del Espíritu, la diaconía 
del Hijo, la aprobación del Padre y la consumación del hombre para 
la Salud. A cada cual se le da la manifestación del Espíritu para 
utilidad". 

S. Ireneo, Contra las herejías IV,20,8:
"Por consiguiente, ya que el Espíritu de Dios significaba el futuro 
mediante los profetas, conformándonos de antemano y 
disponiéndonos para que seamos dóciles a Dios; pues el hombre, 
mediante el beneplácito del Espíritu Santo, había de contemplar a 
Dios, era del todo necesario que aquellos por quienes se 
enunciaban las cosas futuras contemplaran al Dios que, según ellos 
enseñaban, habían de contemplar los hombres para que además de 
decirse (oralmente) en profecía el Dios y el Hijo de Dios, Hijo y 
Padre, se deje ver de todos los miembros santificados y 
adoctrinados en lo divino, de suerte que el hombre se conforme y 
ejercite de antemano para acomodarse a la gloria que se revelará 
después a quienes aman a Dios (cf. Rom 8,18). En efecto, los 
profetas no sólo vaticinaban de palabra, sino también por vista (de 
ojos) y régimen de vida, y por los actos que operaban según 
sugería el Espíritu" 

S. Ireneo, Contra las herejías IV,20,10:
"Se manifestaba asimismo el suave y pacífico descanso de su 
reino; pues al vendaval que rompe los montes y al terremoto y al 
fuego siguen los tranquilos y pacíficos tiempos de su reino, en los 
que el Espíritu de Dios, con todo sosiego, vivifica e incrementa al 
hombre".

S. Ireneo, Contra las herejías IV,21,3:
"...para dar a entender que Cristo constituiría hijos de Dios, de 
libres y de esclavos, según la carne, otorgando de modo parecido a 
todos el don del Espíritu que nos vivifica". 

S. Ireneo, Contra las herejías IV,27,1:
"Según tengo entendido a un presbítero que se lo había oído a 
quienes vieron a los Apóstoles y a sus discípulos. A los Antiguos 
-(según el Presbítero)- les bastaba la reprensión de las Escrituras 
para que lo hicieran sin el consejo del Espíritu. Dios no es 
aceptador de personas, y reprende congruamente lo no hecho 
según su beneplácito. Es el caso de David. Cuando por la justicia 
sufría la persecución (cf Mt 5,10) de Saúl, huía del rey Saúl, no se 
vengaba del enemigo, salmodiaba el advenimiento de Cristo, 
instruía con sabiduría a las gentes, y lo hacía todo según el consejo 
del Espíritu; agradaba a Dios".

S. Ireneo, Contra las herejías IV,33,10:
"Los profetas, entre las cosas que vaticinaban, vaticinaban 
también esto; cómo aquellos sobre que descansara el Espíritu de 
Dios y obedecieran al Verbo del Padre y le sirvieran en lo posible, 
padecerían persecución y serían lapidados y muertos. Porque en sí 
mismos prefiguraban todo esto los profetas, por el amor de Dios y 
por su Verbo". 

S. Ireneo, Contra las herejías IV,33,14:
"Otros (profetas) dicen que Dios dispondrá para los hombres una 
Alianza NuevaDará a los hombres un corazón nuevo y un Espíritu 
nuevo (cf. Ez 36,26) Anunciaban claramente la libertad de la Nueva 
Alianza, y el Vino nuevo echado en odres nuevos (cf Mt 9,17), la fe 
en Cristo, el camino de la justicia (cf Rom 3,22) aparecido en el 
desierto, y los rios del Espíritu Santo (cf Jn 7,37-39 en la tierra 
árida, para abrevar al linaje elegido de Dios, que adquirió para 
manifestar Sus prodigios, no para blasfemar del Dios que tales 
cosas hizo".

S. Ireneo, Contra las herejías IV,36,2:
"Pues Dios plantó la viña del linaje humano mediante la 
plasmación de Adán y la elección de los patriarcas; se la entregó 
empero a colonos mediante la Ley de Moisés; la rodeó con un seto, 
esto es, cercó el campo que habían de cultivar y construyó una 
torre, (esto es) eligió a Jerusalén; y cavó un lagar, (esto es) dispuso 
el receptáculo del Espíritu profético". 

S. Ireneo, Contra las herejías IV,36,6:
"Más aún, (el Señor) dio a entender que, al margen del 
llamamiento, debemos también nosotros adornarnos con obras de 
justicia para que descanse en nosotros el Espíritu de Dios. Este es 
en efecto el vestido de bodas, a las que alude también el Apóstol (cf 
2 Cor 5,4): No queremos despojarnos (del cuerpo carnal), sino 
sobrevestirnos (del Espíritu de Dios), de suerte que lo mortal sea 
absorbido por la inmortalidad". Mas los que fueron llamados a la 
Cena de Dios, y por su mala conducta no recibieron el Espíritu 
Santo serán arrojados a las tinieblas exteriores... (cf Mt 22,13)".

S. Ireneo, Contra las herejías IV,36,7:
"La parábola de los obreros, enviados en diferentes tiempos a la 
viña (cf Mt 20,1-16), da a entender un solo y mismo Señor... Son 
pues muchos los obreros, según sus épocas, y uno solo el 
paterfamilias que los llama. Porque una sola es la viña, como 
también una sola es la justicia; y uno solo es el intendente, como 
que es uno solo el Espíritu de Dios que todo lo dispone; 
parecidamente hay también un solo salario, pues todos recibieron 
cada cual su denario, (una única y misma moneda, con la misma) 
imagen e inscripción del Rey, (a saber) el conocimiento del Hijo de 
Dios en incorruptela". 

S. Ireneo, Contra las herejías IV,38,1-2:
"El podía venir a nosotros en su inenarrable gloria, mas nosotros 
éramos incapaces de soportar la magnitud de su gloria. Por eso, 
como a mamones, El que era el Pan perfecto del Padre, se nos dio 
como leche, en su venida como hombre: para que alimentados 
como a los pechos de su carne, y habituados con tal lactancia a 
comer y beber el Verbo de Dios, podemos contener en nosotros 
mismos el Espíritu del Padre, Pan de inmortalidad. Y por eso dice 
Pablo a los Corintios (1 Cor 3,2): Os di a beber leche, no manjar, 
porque aún no podíais recibir manjar. A saber, habéis aprendido el 
advenimiento según el hombre del Señor; mas el Espíritu del Padre 
no descansa aún, por vuestra debilidad, en vosotros. Pues donde 
hay envidia y discordia -dice- y disensiones entre vosotros, ¿no es 
porque sois carnales y camináis según el hombre? (1 Cor 3,3). 
Todavía no estaba el Espíritu del Padre con ellos, por la 
imperfección de ellos y flaqueza de conducta. De consiguiente, así 
como el Apóstol podía dar manjar (perfecto) -pues aquellos a 
quienes los Apóstoles imponían las manos recibían el Espíritu Santo 
(cf Hechos 8,17-19), manjar de Vida- mas ellos eran incapaces de 
recibirlo por tener aún débiles y sin ejercicio las facultades relativas 
a Dios". 
S. Ireneo, Contra las herejías V,1,2:
"Vanos son quienes afirman de El que se dejó ver en apariencia; 
ya que estas cosas tuvieron lugar en sustancia verdadera, no en 
fantasía. Y si, no siendo hombre, dejábase ver hombre: ni persistía 
en lo que realmente era, Espíritu de Dios -pues el Espíritu es 
invisible- ni había en El verdad alguna, pues no era aquello que se 
veía".

S. Ireneo, Contra las herejías V,1,3:
"Vanos también los ebionitas, que no admiten en su ánimo por la 
fe la unión de Dios y el hombre, sino que perseveran en la vieja 
levadura de la generación (cf 1 Cor 4,7) y se resisten a entender 
que el Espíritu Santo vino a María y el poder del Altísimo le hizo 
sombra, por lo cual el fruto de la generación es santo, e Hijo del 
Altísimo Dios (cf. Lc 1,35)".

S. Ireneo, Contra las herejías V,6,1-2:
"Dios será glorificado en su plasma, adaptándolo en forma y en 
seguimiento a su servidor (cf. Rom 8,29). Mediante las manos del 
Padre -el Hijo y el Espíritu- hácese en efecto el hombre, no una 
parte del hombre, a semejanza de Dios (cf Gen 1,26). El alma y el 
espíritu pueden ser parte del hombre, de ningún modo el hombre... 
Llama perfectos a quienes han recibido el Espíritu de Dios y hablan 
todas las lenguas en su virtud; como hablaba asimismo él, y según 
también hemos oído de muchos hermanos que en la Iglesia poseen 
carismas proféticos y por el espíritu se expresan en todas las 
lenguas y descubren para común utilidad los secretos del hombre 
(cf 1 Cor 12,7) y declaran los misterios de Dios". El Apóstol los 
denominan también espirituales (cf 1 Cor 2,15; 3,1...). Espirituales 
porque participan en el Espíritu, no porque les falte o les hayan 
sustraído la caro y sean puro escueto espíritu. A sustraerles la 
sustancia de la caro, del plasma, y entender desnudamente el 
espíritu puro, tales individuos ya no serían hombre espiritual, sino 
espíritu de hombre o espíritu de Dios. Uniéndose, en cambio, este 
espíritu, mezclado con la psique, al plasma, da lugar, merced a la 
efusión del Espíritu, al hombre espiritual y perfecto. Tal es el creado 
a imagen y semejanza de Dios (cf. Gen 1,26). Caso, empero, de 
faltarle el espíritu al alma, el sujeto es y en toda verdad animal, y 
abandonado a merced de la carne será imperfecto, como quien 
posee en el plasma la imagen, mas no da cabida mediante el 
Espíritu a la similitud... Por igual motivo apellida también al plasma 
templo de Dios... Sería el colmo de la blasfemia afirmar que el 
templo de Dios, habitáculo del Espíritu del Padre, y los miembros de 
Cristo no participan en la salud, y acaban, al contrario, en la 
perdición".

S. Ireneo, Contra las herejías V,7,1:
"Y de nuevo, a los Romanos (Rom 8,11): Mas si el Espíritu del 
que suscitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros; el que 
suscitó a Cristo de entre los muertos vivificará asimismo vuestros 
cuerpos mortales. ¿Y qué son los cuerpos mortales? ¿Las almas 
acaso? En comparación con los cuerpos mortales, las almas son 
incorpóreas. Pues alentó Dios en el rostro del hombre soplo de vida, 
e hízose el hombre alma viviente (Gen 2,7). Empero el hálito de vida 
es incorpóreo. Tampoco pueden llamarlo mortal, siendo como es 
hálito de vida".

S. Ireneo, Contra las herejías V,8,1:
"Al presente recibimos de su Espíritu una partecilla que nos 
disponga y prepare a la incorrupción, habituándonos poco a poco a 
captar y sostener la vista de Dios. Es lo que llamó asimismo en carta 
a los Efesios el Apóstol arras, a saber una porción del premio a 
nosotros anunciado por Dios (cf. Ef 1,13ss.). Si, pues, tal prenda, 
por habitar en nosotros, nos hace ya espirituales; y si lo mortal es 
absorbido por la inmortalidad (cf 2 Cor 5,4) -Porque vosotros, dice 
(Rom 8,9), no vivís en carne, sino en Espíritu, habitando en 
vosotros como habita el Espíritu de Dios, lo que tiene lugar por 
comunión del Espíritu y no por abandono de la carne, pues los 
destinatarios no vivían sin carne sino que habían asumido el 
Espíritu de Dios en cuya virtud clamamos -Abba, Padre (Rom 8,15); 
si, pues, por tener ahora las arras clamamos, Abba, Padre, ¿qué 
ocurrirá cuando redivivos le veamos cara a cara (cf 1 Cor 13,12)?; 
¿cuando todos los miembros prorrumpan abundosamente en un 
himno de exultación glorificando a quien les resucita de entre los 
muertos y otorga el donde la vida eterna? Si, pues, al abrazar para 
si al hombre, le mueve ya a decir Abba, Padre, ¿qué hará toda la 
gracia del Espíritu, dada a los hombres por Dios? Nos hará 
semejantes a él y llevará a cabo el beneplácito del Padre, como 
quien modela al hombre a imagen y semejanza de Dios (cf Gen 
1,26)". 

S. Ireneo, Contra las herejías V,8,2:
"A quienes poseen las arras del Espíritu y lejos de servir a las 
concupiscencias de la carne, se someten al Espíritu y proceden en 
todo conforme a la razón, justamente los llama el Apóstol 
espirituales (cf 1 Cor 2,15; 3,1), pues habita en ellos el Espíritu de 
Dios (cf. Rom 8,9)... Sólo nuestra sustancia, a saber, la comunión 
de alma y carne, constituye al asumir el Espíritu de Dios el hombre 
espiritual. En cambio, a quienes desechan el consejo del Espíritu y 
sirven a los deleites de la carne y viven un régimen irracional y se 
precipitan sin freno en sus pasiones, destituidos de toda infusión del 
Espíritu divino, y hacen vida de puercos y de canes, justamente los 
denomina el Apóstol carnales (cf 1 Cor 3,3), por no entender cosa 
alguna fuera de las carnales (cf Rom 8,5).

S. Ireneo, Contra las herejías V,9,1:
"...Mientras el alma, que media entre ellos, cuando sigue al 
Espíritu es elevada por él, y cuando accede a la carne sucumbe a 
las concupiscencias terrenas. De consiguiente, quienes no poseen 
lo que salva y conforma y da unidad, serán y se dirán carne y 
sangre, como quienes no tienen en sí el Espíritu de Dios. Y por eso 
también les denominaba el Señor `muertos'. Dejad a los muertos, 
dijo (Lc 9,60) que den sepultura a sus muertos. No tienen 
efectivamente el Espíritu que vivifica al hombre (cf Jn 6,63)". 

S. Ireneo, Contra las herejías V,9,2:
"En cambio, quienes temen a Dios y creen en la venida de su Hijo 
y mediante la fe instalan en sus corazones al Espíritu de Dios se 
dirán con justicia hombres limpios (cf. Mt 5,8), espirituales, vivientes 
para Dios (cf Lc 20,38; Mt 22,32; Rom 6,11). Pues tienen el Espíritu 
del Padre que purifica al hombre y le levanta a la vida de Dios. Así 
como la carne es debil, así por testimonio del Señor (Mt 26,41) el 
Espíritu es animoso. Este tiene poder para cumplir lo que 
ardientemente desea. Si alguien, pues, infunde a modo de estímulo 
en flaqueza de la carne lo animoso del Espíritu, necesariamente lo 
fuerte triunfa de lo débil. De resultas, la flaqueza de la carne será 
absorbida por la fortaleza del Espíritu; y el individuo no será carnal, 
sino espiritual, merced a la comunión del Espíritu. Así como dan 
testimonio los mártires y menosprecian la muerte, conforme a la 
prontitud del Espíritu, y no a la flaqueza de la carne. La debilidad de 
la carne, cuando absorbida, manifiesta el poderío del Espíritu. El 
Espíritu, a su vez, cuando absorbe la debilidad, toma en sí posesión 
de la carne. Y de ambas se compone el hombre viviente: viviente 
gracias a la participación del Espíritu, hombre merced a la sustancia 
de la carne". 

S. Ireneo, Contra las herejías V,9,3:
"Por tanto, la carne sin Espíritu de Dios es muerta. Al no tener 
vida, tampoco puede heredar el reino de Dios. La sangre destituida 
de Espíritu es irracional, como agua derramada en tierra. De ahí 
aquello (1 Cor 15,48): Cual el de tierra, tales también los de tierra. 
En cambio, donde está el Espíritu del Padre, allí el hombre viviente, 
la sangre racional custodiada para vindicta por Dios (cf Apoc 6,10; 
19,2), la carne poseída en herencia por el Espíritu: olvidada de sí 
propia a fin de asumir la cualidad del Espíritu; hecha conforme con 
el Verbo de Dios. Y por eso dice (1 Cor 15,49): Como hemos llevado 
la imagen del de limo, llevemos también la imagen del celestial. ¿Y 
qué es lo de limo? ¿Y qué lo celestial? El Espíritu. Así como un 
tiempo, viene a decir, vivimos sin el Espíritu celeste en vetustez de 
carne, insumisos a Dios, así ahora, dando acogida al Espíritu, 
caminemos dóciles a Dios en novedad de vida (Rom 6,4). De 
consiguiente, ya que no podemos salvarnos sin Espíritu de Dios, el 
Apóstol, exhortándonos a conservar el Espíritu de Dios mediante la 
fe y la vida casta -no sea que, destituidos de la participación del 
Espíritu Santo, perdamos el reino de los cielos- proclamó que la 
carne y sangre solas no pueden heredar el reino de Dios". 

S. Ireneo, Contra las herejías V,9,4:
"A decir verdad, la carne no es heredera, sino herencia. Lo dice 
también el Señor (Mt 5,5): Bienaventurados los mansos, porque 
ellos heredarán la tierra. En el reino, viene a decir, la tierra, de que 
procede también la sustancia de la carne, es posesión en herencia. 
Y por eso quiere que el templo sea limpio (cf 1 Cor 3,16ss.); para 
que el Espíritu de Dios se deleite en él, como el esposo con la 
esposa. Igual que la esposa no puede tomar en matrimonio al 
esposo y puede, en cambio, ser tomada por él cuando se presenta 
el esposo a tomarla, así también la carne. Por sí misma, ella sola es 
incapaz de heredar el reino de Dios; puede, sin embargo, ser 
recibida en herencia por el Espíritu, en el reino. El que vive hereda, 
en efecto, los bienes del difunto. Una cosa es heredar y otra ser 
heredado. El que hereda es dueño y preside y dispone de la 
herencia a su voluntad. Mientras, la herencia está sumisa y obedece 
y es dominada por el heredero. ¿Qué es lo que vive? El Espíritu de 
Dios. ¿Y qué son los bienes del difunto? Los miembros del hombre; 
que además se corrompen en la tierra. Estos son heredados por el 
Espíritu, al transferirse al reino de los cielos. Y por eso murió Cristo, 
para que, abierto el testamento de la Buena Nueva y leído a todo el 
mundo, en primer lugar diese libertad a sus siervos, y los 
constituyese después herederos de sus bienes, al heredar, según 
demostramos, el Espíritu: pues hereda el que vive, y es adquirida en 
herencia la carne. No sea que, al perder el Espíritu que nos posee, 
vengamos a perder la vida, como quien nos exhorta a la comunión 
del Espíritu, dijo el Apóstol con toda razón las palabras arriba 
mencionadas: Porque la carne y sangre no pueden heredar el reino 
de Dios (1 Cor 15,50). Igual que si dijera: No os engañéis, pues 
mientras el Verbo de Dios no habitare ni el Espíritu del Padre 
estuviere en vosotros; hiciereis, por el contrario, vida entre 
vanidades y a la ventura como si sólo fuerais carne y sangre, no 
podréis heredar el reino de Dios". 

S. Ireneo, Contra las herejías V,10,1:
"Esto dijo no fuéramos a desechar, por complacer a la carne, el 
injerto del Espíritu. Mas tú -dice (Rom 11,17.24)- que eras 
acebuche, fuiste injertado en buen olivo y asociado a la grosura del 
olivo. Así como el acebuche, recibido el injerto, si continúa lo que 
antes era, acebuche, es cortado y arrojado al fuego (Mt 7,19); mas 
si retiene el injerto y se muda en buen olivo, hácese olivo fértil, 
dispuesto como para el jardín del rey: así también los hombres, si 
adelantan por la fe hacia lo mejor y acogen el Espíritu de Dios y 
producen sus frutos, serán espirituales, plantas dispuestas como 
parfa el jardín de Dios (cf Ez 31,8; Apoc 2,7). Pero si despiden el 
Espíritu y continúan lo que antes eran, empeñados en ser más 
carne que Espíritu, se les aplica con entera razón lo de: Pues la 
carne y sangre no heredan el reino de Dios (1 Cor 15,50)". 

S. Ireneo, Contra las herejías V,10,2:
"Por otro lado, igual que el acebuche injertado, sin perder la 
sustancia de leño, muda la calidad del fruto y recibe otro nombre -ya 
no se llama acebuche, sino olivo fecundo-: así el hombre injertado 
mediante la fe, que se apropia el Espíritu de Dios, sin perder la 
sustancia de la carne, muda la cualidad del fruto en obras y 
adquiere otro nombre, que responde a su mudanza en mejor -ya no 
se llama carne y sangre, sino hombre espiritual-. Nuevamente, así 
como el acebuche, si no se apropia el injerto, continúa inútil para el 
amo por su cualidad silvestre, y como árbol estéril es cortado y 
arrojado al fuego (Mt 7,19): así también el hombre que no acoge por 
la fe la inserción del Espíritu, permanece lo que antes era, carne y 
sangre, y no puede tener en herencia el reino de Dios. Muy bien, 
por tanto, dice el Apóstol: La carne y la sangre no pueden heredar 
el reino de Dios. Y (Rom 8,8): Los que están en poder de la carne 
no pueden complacer a Dios. No condena la sustancia de la carne, 
sino que reclama la infusión del Espíritu (cf. 1 Cor 15,53; Rom 
8,8-14)". 

S. Ireneo, Contra las herejías V,11,1-2:
"Añadió, a su vez, los actos espirituales que vivifican al hombre, a 
saber, el injerto del Espíritu, con las siguientes palabras (Gal 
5,22-23): Mas el fruto del Espíritu es caridad, gozo, paz, paciencia, 
bondad, benignidad, fe, mansedumbre, continencia, castidad: frente 
a estas cosas no vale la Ley. En consecuencia, si el que adelanta 
en mejor y obra el fruto del Espíritu se salva de todos modos por la 
comunión del Espíritu: el que permanece en las mencionadas obras 
de la carne, reputado con entera razón carnal por no asumir el 
Espíritu de Dios, no podrá heredar el reino de los cielos. Donde 
manifiesta clarísimamente las cosas por las que se pierde el hombre 
empecinado en vivir según la carne (cf Rom 8,13), y aquellas por 
que, a su vez, se salva. Las que salvan, dice, son el nombre de 
nuestro Señor Jesucristo y el Espíritu de nuestro Dios".
"Según eso, por haber ahí enumerado las obras de la carne, 
hechas sin Espíritu, que acarrean la muerte, resumió al término de 
la carta, en conformidad con lo que había dicho antes (1 Cor 
15,49-50) Al ser, dice, lavados creyendo en el nombre del Señor y 
recibiendo su Espíritu. Lavados, empero, no de la sustancia del 
cuerpo ni de la imagen del plasma, sino del régimen vetusto de 
vanidad. De consiguiente, en los miembros mismos en que, por 
obrar las cosas de corrupción, nos perdíamos, somos vivificados, 
por obrar las del Espíritu". 
S. Ireneo, Contra las herejías V,12,1-2:
"... La vida prístina fue aventada, como don venido por hálito, no 
por Espíritu. Una cosa es efectivamente el hálito de vida, que hace 
también al hombre dotado de alma; y otra el Espíritu vivificante (cf 1 
Cor 15,45), que lo perfila además espiritual. Y por eso anuncia 
Isaías (42,5): Así dice el Señor que hizo el cielo y lo fijó, que 
consolidó la tierra y cuanto hay en ella, y dio hálito al pueblo que la 
habita y Espíritu a los que la huellan. El hálito, según él, fue 
otorgado en común a todos los pueblos de la tierra; el Espíritu, en 
propiedad, a quienes huellan las codicias terrenas. El mismo Isaías 
torna a decir, volviendo sobre la distinción (57,16): Porque el 
Espíritu saldrá de mí, y yo creé todo hálito. Asigna en propiedad a 
Dios el Espíritu -el cual derramó en los tiempos novísimos (cf 
Hechos 2,17) sobre el linaje humano mediante la adopción de hijos- 
y en común al mundo creado el hálito, manifestándole como 
hechura. Ahora bien, lo hecho es otra cosa del que hace. El hálito 
es, pues, temporal, mientras que el Espíritu es sempiterno. El aliento 
tarda poco en madurar, persevera algún tiempo, y tras esto se va, 
dejando sin hálito aquello que primero contenía. El Espíritu, por el 
contrario, que rodea por dentro y por fuera al hombre, como quien 
siempre dura, jamás le abandona. Mas no es primeramente lo 
espiritual -dice el Apóstol, en lenguaje asequible a nosotros los 
hombres-, sino primero es lo animal, luego lo espiritual (1 Cor 
15,46). Y con razón, pues convenía fuese primero modelado el 
hombre y, plasmado, acogiese el alma, y así luego recibiese la 
comunión del Espíritu. Por esto mismo, el primer Adán fue 
convertido por el Señor en alma viviente; el segundo Adán, en 
Espíritu vivificante (cf 1 Cor 15,45). En consecuencia, así como 
quien se convirtió en alma viviente, al declinar a lo peor, perdió la 
vida, así de nuevo el propio interesado, al erigirse a lo mejor, 
asumiendo el Espíritu vivificante, encontrará la vida". 

S. Ireneo, Contra las herejías V,12,4:
"... Fruto, empero, del Espíritu operante es la salvación de la 
carne... ¿Qué otro fruto visible ofrece el Espíritu invisible, sino llevar 
la carne a madurez y hacerla capaz de incorrupción?".

S. Ireneo, Contra las herejías V,13,3:
"... A fin de que lo mortal sea absorbido por la vida. Y quien nos 
trabaja para eso mismo es Dios, el cual nos otorgó las arras del 
Espíritu (2 Cor 5,4-5).Clarísimamente enseña esto de la carne. Pues 
ni el alma ni el Espíritu es mortal".

S. Ireneo, Contra las herejías V,13,4:
"Y en la misma carta dice cómo abraza el Espíritu a la carne (2 
Cor 3,3): Pues sois epístola de Cristo, redactada por nuestro 
ministerio, escrita no con tinta, sino con Espíritu de Dios vivo; no en 
tablas de piedra, sino en las carnales tablas del corazón... Ya que 
ahora, pues, los corazones de carne se vuelven capaces del 
Espíritu, ¿cómo extrañar que en la resurrección contengan la vida 
otorgada por el Espíritu? Sobre la cual resurrección dice el Apóstol 
en carta a los Filipenses (3,10-11)..." 

S. Ireneo, Contra las herejías V,28,4:
"Y por eso, en todo este tiempo, el hombre modelado al principio 
por las manos de Dios -esto es, el Hijo y el Espíritu- es hecho a 
imagen y semejanza de Dios".

S. Ireneo, Contra las herejías V,34,3:
"Las promesas no se anunciaban únicamente a los profetas y 
patriarcas, sino a las Iglesias congregadas de entre las naciones. El 
Espíritu las llama también islas, por estar situadas en medio del 
tumulto y padecer el temporal de las blasfemias y ser puerto de 
salvación para los que peligran, y refugio de los que apetecen 
internarse y tratan de escapar..." 

S. Ireneo, Contra las herejías V,20,1:
"...En cambio, la senda de los hijos de la Iglesia rodea al mundo 
universo, en posesión de la firme parádosis de los Apóstoles, y nos 
ofrece el espectáculo de una sola misma fe en todos. Todos dan 
acogida al único y mismo Dios Padre y dan fe a la misma economía 
de la Encarnación del Hijo de Dios, y conocen la misma donación del 
Espíritu, y se ejercitan en los mismos preceptos, y custodian la 
misma forma en la ordenación de la Iglesia, y aguardan el mismo 
advenimiento del Señor, y esperan la misma salud de todo el 
hombre, en cuerpo y alma. Es ciertamente verdadera y firme la 
predicación de la Iglesia, cuando en ella se da a conocer por todo el 
mundo una sola y misma vía de salvación".

S. Ireneo, Contra las herejías V,18,2:
"Efectivamente, mientras el Padre lleva por junto el peso de la 
creación y de su Verbo, el Verbo sostenido por el Padre, otorga el 
espíritu a todos los seres, conforme a la voluntad del Padre: a unos, 
por creación, el (Espíritu) de la creación, que es hechura; a otros, 
por adopción, el procedente de Dios, que es linaje. De esta suerte 
se manifiesta (Ef 4,6) un solo Dios Padre que está por encima de 
todos y a través de todos y en todos (nosotros). Por encima de 
todos el Padre, y El es cabeza de Cristo (cf 1 Cor 11,3); a través de 
todos el Verbo, y él es cabeza de la Iglesia (cf Ef 5,23; Col 1,18); y 
en todos nosotros el Espíritu, y él es el agua viva que da el Señor a 
quienes creen rectamente en él (cf Jn 7,39) y le aman y profesan un 
solo Padre, que está por encima de todos y a través de todos y en 
todos nosotros".

Del tratado de san Ireneo, obispo, contra las herejías 
(Libro 4, 20, 4-5: SC 100, 634-640):
Hay un solo Dios, quien por su palabra y su sabiduría ha hecho y 
puesto en orden todas las cosas. 
Su Palabra, nuestro Señor Jesucristo, en los últimos tiempos se 
hizo hombre entre los hombres para enlazar el fin con el principio, 
es decir, el hombre con Dios. 
Por eso, los profetas, después de haber recibido de esa misma 
Palabra el carisma profético, han anunciado de antemano su venida 
según la carne, mediante la cual se han realizado, como quería el 
beneplácito del Padre, la unión y comunión de Dios y del hombre. 
Desde el comienzo, la Palabra había anunciado que Dios sería 
contemplado por los hombres, que viviría y conversaría con ellos en 
la tierra, que se haría presente a la criatura por él modelada para 
salvarla y ser conocido por ella, y, librándonos de la mano de todos 
los que nos odian, a saber, de todo espíritu de desobediencia, 
hacer que le sirvamos con santidad y justicia todos nuestros días, a 
fin de que, unido al Espíritu de Dios, el hombre viva para gloria del 
Padre. 
Los profetas, pues, anunciaban por anticipado que Dios sería 
visto por los hombres, conforme a lo que dice también el Señor: 
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. 
Ciertamente, según su grandeza y gloria inenarrable, nadie puede 
ver a Dios y quedar con vida, pues el Padre es incomprensible. 
Sin embargo, según su amor, su bondad hacia los hombres y su 
omnipotencia, el Padre llega hasta a conceder a quienes le aman el 
privilegio de ver a Dios, como profetizaban los profetas, pues lo que 
el hombre no puede, lo puede Dios. 
EL hombre por sí mismo no puede ver a Dios; pero Dios, si 
quiere, puede manifestarse a los hombres: a quien quiera, cuando 
quiera y como quiera. Dios, que todo lo puede, fue visto en otro 
tiempo por los profetas en el Espíritu, ahora es visto en el Hijo 
gracias a la adopción filial y será visto en el reino de los cielos como 
Padre. En efecto, el Espíritu prepara al hombre para recibir al Hijo 
de Dios, el Hijo lo conduce al Padre, y el Padre en la vida eterna le 
da la inmortalidad, que es la consecuencia de ver a Dios. 
Pues, del mismo modo que quienes ven la luz están en la luz y 
perciben su esplendor, así también los que ven a Dios están en 
Dios y perciben su esplendor. Ahora bien, la claridad divina es 
vivificante. Por tanto, los que contemplan a Dios tienen parte en la 
vida divina. 

S. Ireneo, _Demostración de la predicación apóstolica 3.5
" La fe es lo que nos procura todo esto como nos han transmitido 
los presbíteros, discípulos de los apóstoles. En primer lugar la fe 
nos invita insistentemente a rememorar que hemos recibido el 
bautismo para el perdón de los pecados en el nombre de Dios 
Padre y en el nombre de Jesucristo, Hijo de Dios encarnado, muerto 
y resucitado, y en el Espíritu Santo de Dios".
"He aquí la demostración (de esta doctrina): que hay un solo 
Dios, Padre, y por esto todos los seres fueron creados por medio 
del Verbo; y Dios es Espíritu, y con el Espíritu lo dispuso todo, 
según dice el profeta: Por la palabra del señor fueron establecidos 
los cielos, y por obra de su Espíritu todas sus potencias (Salmo 
32,6). Ahora bien, ya que el verbo establece, es decir, crea y otorga 
la consistencia a cuanto es, allí donde el Espíritu pone en orden y 
en forma la múltiple variedad de potencias, justa y 
convenientemente el Verbo es denominado Hijo, y el Espíritu 
Sabiduría de Dios. A este propósito el apóstol Pablo dice: Un solo 
Dios Padre, que está por encima de todo, con todo y en todos 
nosotros (Ef 4,6). Porque sobre todas las cosas está el Padre, pero 
con todo está el Verbo, puesto que por su medio el Padre ha creado 
el universo; y en todos nosotros está el Espíritu que grita'Abbá' 
(Padre) y ha plasmado el hombre a imagen y semejanza de Dios. 
Así pues, el Espíritu muestra al Verbo; a su vez los profetas 
anunciaron al Hijo de Dios; mas el Verbo lleva consigo el Espíritu, y 
así es El mismo quien comunica a los profetas el mensaje y eleva al 
hombre hasta el Padre". 

S. Ireneo, Demostración de la predicación apostólica 6:
"He aquí la Regla de nuestra fe, el fundamento del edificio y la 
base de nuestra conducta: Dios Padre, increado, ilimitado, invisible, 
único Dios, creador del universo. Este es el primer y principal 
artículo de nuestra fe. El segundo es: el Verbo de Dios, Jesucristo 
nuestro Señor, que se ha aparecido a los profetas según el designio 
de su profecía y según la economía dispuesta por el Padre; por 
medio de El ha sido creado el universo. Además al fin de los tiempos 
(cf Dan 11,3) para recapitular todas las cosas se hizo hombre entre 
los hombres, visible y tangible, para destruir la muerte, para 
manifestar la vida y restablecer la comunión entre Dios y el hombre. 
Y como tercer artículo: el Espíritu Santo por cuyo poder los profetas 
han profetizado y los Padres han sido instruidos en lo que concierne 
a Dios, y los justos han sido guiados por el camino de la justicia, y 
que al fin de los tiempos ha sido difundido de un modo nuevo sobre 
la humanidad, por toda la tierra, renovando al hombre para Dios". 

S. Ireneo, Demostración de la predicación apostólica 7:
"Por esto el bautismo, nuestro nuevo nacimiento, tiene lugar por 
estos tres artículos, y nos concede renacer a Dios Padre por medio 
de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los portadores del Espíritu 
de Dios son conducidos al Verbo, esto es, al Hijo, que es quien los 
acoge y los presenta al Padre, y el Padre les regala la 
incorruptibilidad. Sin el Espíritu Santo es pues imposible ver el 
Verbo de Dios y sin el Hijo nadie puede acercarse al Padre, porque 
el Hijo es el conocimiento del Padre y el conocimiento del Hijo se 
obtiene por medio del Espíritu Santo. Pero el Hijo, según la bondad 
del Padre, dispensa como ministro al Espíritu Santo a quien quiere y 
como el Padre quiere" 

S. Ireneo, Demostración de la predicación apostólica 8.9.10:
"Y si el Padre es denominado por el Espíritu Santo, Altísimo, 
Omnipotente y Señor de las potencias, es para que lleguemos a 
conocer a Dios, es decir, el creador del cielo y de la tierra y de todo 
el universo...".
"Por eso es múltiple la presencia interior del Espíritu de Dios, y el 
profeta Isaías la enumera en siete formas de ministerio, que han 
descansado en el Hijo de Dios, a saber, el Verbo en su venida 
humana. En efecto, dice: Sobre él se posará el Espíritu de Dios, 
Espíritu de sabiduría e inteligencia, Espíritu de consejo y de 
fortaleza, (Espíritu de ciencia) y de piedad; le conquistará el Espíritu 
del temor de Dios (Is 11,2-3).
"...el Padre viene glorificado por su Verbo, que es su Hijo para 
siempre, y por el Espíritu Santo, que es la Sabiduría del Padre de 
todos". 

S. Ireneo, Demostración 24.26.30:
"...De esta manera la inicial bendición de Sem llegó a Abrahán y 
de Abrahán pasó a Jacob, gracias a la asignación de la herencia 
hecha por el Espíritu".
"Moisés, en el desierto, recibió de Dios la Ley: el Decálogo, 
grabado en tablas de piedra por el dedo de Dios -el dedo de Dios 
es lo que sale del Padre en el Espíritu Santo-, los preceptos y los 
derechos que transmitió a los hijos de Israel para que los 
guardasen".
"Allá a Jerusalén fueron enviados por Dios, por medio del Espíritu 
Santo, los profetas que aconsejaban al pueblo y lo convertían al 
Dios Omnipotente de sus padres; como heraldos de la revelación de 
Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, anunciaban que de la estirpe 
de David había de florecer su cuerpo, para que fuese, según la 
carne, hijo de David -que era hijo de Abrahán- en virtud de una 
larga cadenas de generaciones; y, según el Espíritu, Hijo de Dios, 
preexistente con el Padre, engendrado antes de la fundación del 
mundo, y aparecido, como hombre, al mundo entero en los últimos 
tiempos. El es el Verbo de Dios que recapitula en sí todas las cosas, 
las del cielo y las de la tierra (Ef 1,10)". 

S. Ireneo, Demostración 40.41:
"...El que es anunciado por Moisés y por los profetas del Dios 
altísimo y omnipotente, Padre del universo, origen de todo, que 
conversó con Moisés, vino a Judea, engendrado por Dios por medio 
del Espíritu Santo, y nacido de la Virgen María, que era de la estirpe 
de David y de Abrahán, Jesús, el Ungido de Dios, el que se reveló a 
sí mismo como el que había sido predicho por los profetas".
"Juan Bautista, el precursor, cuando preparaba y disponía al 
pueblo a recibir el Verbo de la vida, hizo saber que éste era el Cristo 
sobre quien el Espíritu de Dios había descansado unido con su 
carne. Los discípulos y testigos de todas sus obras buenas, de su 
enseñanza, de su pasión, de su muerte, de su resurrección, de la 
ascensión al cielo después de la resurrección corporal, es decir los 
apóstoles, con el poder del Espíritu Santo, enviados por El por toda 
la tierra, convocaron a los gentiles, enseñando a los hombres el 
camino de la vida para apartarlos de los ídolos, de la fornicación y 
de la avaricia, purificando sus almas y sus cuerpos con el bautismo 
de agua y de Espíritu Santo que habían recibido del Señor" 

S. Ireneo, Demostración 42.47.49:
"En efecto, así deben comportarse los creyentes por el hecho de 
que en ellos habita permanentemente el Espíritu Santo, dotado por 
el Señor en el bautismo y custodiado por aquel que lo recibe si es 
que vive en la verdad y en la santidad, en la justicia y en la 
paciencia. De hecho la resurrección de los creyentes es también 
obra de este Espíritu cuando el cuerpo acoge nuevamente al alma, 
y a una con ella resucita por la fuerza del Espíritu Santo y es 
introducido en el reino de Dios"
"... Esto significa que el Hijo, en cuanto Dios, recibe del Padre, es 
decir, de Dios, el trono de un reino eterno y el óleo de la unción más 
que sus compañeros. El óleo de la unción es el Espíritu Santo con el 
que es ungido, y sus compañeros son los profetas, los justos, los 
apóstoles y todos los que participan del reino, es decir, sus 
discípulos".
"Es preciso afirmar que ni David ni otro profeta hablan por propia 
iniciativa, pues no es un hombre quien profiere las profecías, sino el 
Espíritu de Dios, el cual, tomando figura y una forma semejantes a 
las personas interesadas, hablaba en los profetas y discurría ora en 
nombre de Cristo ora en el del Padre". 

S. Ireneo, Demostración 51.53.56:
"... después (también se manifiesta) aún antes de nacer, el que 
había de ser hombre nacido de hombres, el que Dios mismo había 
de plasmar del seno -es decir, que había de nacer del Espíritu de 
Dios- el que es Señor de todos los hombres y Salvador de los que 
creen en El, de los judíos y de todos los hombres".
"... En efecto, ha recibido el nombre de Cristo, porque el Padre 
por su medio y teniendo en cuenta su venida como hombre ha 
ungido y dispuesto todas las cosas, porque fue ungido por el 
Espíritu de Dios su Padre, como afirma refiriéndose a Sí mismo en 
Isaías: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuenta que me ha 
ungido para llevar la buena noticia a los pobres (Is 61,1).
"... A esta categoría pertenecen los que temieron a Dios y han 
muerto en la justicia y han poseído el Espíritu de Dios, como los 
patriarcas, los profetas y los justos". 

S. Ireneo, Demostración 57.59.67:
"El Señor mismo dio el signo de la Virgen, es decir, el Enmanuel, 
nacido de la Virgen y alegra los ánimos de aquellos que lo beben, 
es decir, de aquellos que reciben su Espíritu, alegría aterna".
" Llama flor a su cuerpo, que floreció bajo la acción del Espíritu, 
como antes hemos indicado".
" A veces el Espíritu de Dios narra a los profetas como pasados, 
acontecimientos que han de suceder en el futuro. Esto acontece 
porque en Dios lo que es establecido, determinado y destinado a 
existir ya es considerado como existente y el Espíritu se expresa 
teniendo en cuenta el tiempo en que se realiza la profecía". 

S. Ireneo, Demostración 71.73:
"Dice en otra parte Jeremías: el Espíritu de nuestro rostro es el 
Señor Cristo; cómo fue apresado en sus redes, aquel de quien 
hemos dicho: A su sombre viviremos entre las naciones (Lm 4,20). 
La Escritura dice que Cristo, aun siendo Espíritu de Dios, debía 
hacer hombre sometido al sufrimiento, y revela en cierto modo 
sorpresa y sobresalto ante la Pasión que debía sufrir Aquel a cuya 
sombre hemos dicho que íbamos a vivir. Sombra significa su cuerpo, 
pues así como la sombra viene producida por un cuerpo, así el 
cuerpo de Cristo fue producido por su Espíritu".
" Y dice de nuevo David a propósito de la muerte y de la 
resurrección de Cristo: Yo me acosté y me dormí; me desperté 
porque el Señor me acogió (Salmo 3,6). David no decía esto de sí 
mismo, porque muerto él no resucitó. Sino el Espíritu de Cristo, que 
habló también de El en otros profetas, dice también ahora por medio 
de David: Yo me acosté y dormí; me desperté porque el Señor me 
acogió (Salmo 2,1-2). Llama sueño a la muerte, porque resucitó". 

S. Ireneo, Demostración 89.90:
"... Desierto y yermo era antes la vocación de los gentiles, pues 
el Verbo no había pasado entre ellos, ni les había dado a beber el 
Espíritu Santo. El Verbo (dispuso) el nuevo camino de la piedad y 
de la justicia, e hizo brotar ríos en abundancia, diseminando el 
Espíritu Santo sobre la tierra, según había prometido mediante los 
profetas, que extendería al fin (en los últimos tiempos) el Espíritu 
sobre la faz de la tierra".
" Nuestra vocación, pues, acontece en la novedad del Espíritu y 
no en la letra vieja (cf Rom 7,6), como profetizó Isaías (Hebreos 8,8; 
10,16; Hechos 10,43). 

S. Ireneo, Demostración 97.100:
"Llama Jacob e Israel al Hijo de Dios que ha recibido del Padre 
dominio sobre nuestra vida y, después de haber recibido la vida, 
hace que descienda sobre nosotros, que estábamos alejados de El, 
cuando se manifestó sobre la tierra y conversó con los hombres 
mezclando y uniendo el Espíritu de Dios Padre con el cuerpo 
plasmado por Dios para que el hombre fuese a imagen y semejanza 
de Dios".
"En lo referente a los tres artículos de nuestro bautismo, el error 
motivó muchas digresiones lejanas de la verdad. Porque o 
desprecian al Padre, o no acogen al Hijo hablando en contra de la 
economía de la encarnación, o rechazan al Espíritu, es decir, 
desechan la profecía." 
........................

Del tratado de san Ireneo, obispo, contra las herejías (Libro 5, 2, 
2-3: SC 153, 30-38):

Si la carne no se salva, entonces el Señor no nos ha redimido con 
su sangre, ni el cáliz de la eucaristía es participación de su sangre, 
ni el pan que partimos es participación de su cuerpo. Porque la 
sangre procede de las venas y de la carne y de toda la substancia 
humana, de aquella substancia que asumió el Verbo de Dios en 
toda su realidad y por la que nos pudo redimir con su sangre, como 
dice el Apóstol: Por su sangre hemos recibido la redención, el 
perdón de los pecados.
Y, porque somos sus miembros y quiere que la creación nos 
alimente, nos brinda sus criaturas, haciendo salir el sol y dándonos 
la lluvia según le place; y también porque nos quiere miembros 
suyos, aseguró el Señor que el cáliz, que proviene de la creación 
material, es su sangre derramada, con la que enriquece nuestra 
sangre, y que el pan, que también proviene de esta creación, es su 
cuerpo, que enriquece nuestro cuerpo.
Cuando la copa de vino mezclado con agua y el pan preparado 
por el hombre reciben la Palabra de Dios, se convierten en la 
eucaristía de la sangre y del cuerpo de Cristo y con ella se sostiene 
y se vigoriza la substancia de nuestra carne,¿ cómo pueden, pues, 
pretender los herejes que la carne es incapaz de recibir el don de 
Dios, que consiste en la vida eterna, si esta carne se nutre con la 
sangre y el cuerpo del Señor y llega a ser parte de este mismo 
cuerpo?
Por ello bien dice el Apóstol en su carta a los Efesios: Somos 
miembros de su cuerpo, hueso de sus huesos y carne de su carne. 
Y esto lo afirma no de un hombre invisible y mero espíritu -pues un 
espíritu no tiene carne y huesos-, sino de un organismo 
auténticamente humano, hecho de carne, nervios y huesos; pues es 
este organismo el que se nutre con la copa, que es la sangre de 
Cristo, y se fortalece con el pan, que es su cuerpo.
Del mismo modo que el esqueje de la vid, depositado en tierra, 
fructifica a su tiempo, y el grano de trigo, que cae en tierra y muere, 
se multiplica pujante por la eficacia del Espíritu de Dios que sostiene 
todas las cosas, y así estas criaturas trabajadas con destreza se 
ponen al servicio del hombre, y después, cuando sobre ellas se 
pronuncia la Palabra de Dios, se convienen en la eucaristía, es 
decir, en el cuerpo y la sangre de Cristo; de la misma forma 
nuestros cuerpos, nutridos con esta eucaristía y depositados en 
tierra, y desintegrados en ella, resucitar a su tiempo, cuando la 
Palabra de Dios les otorgue de nuevo la vida para la gloria de Dios 
Padre. Él es, pues, quien envuelve a los mortales con su 
inmortalidad y otorga gratuitamente la incorrupción a lo corruptible, 
porque la fuerza de Dios se realiza en, la debilidad.




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