Historia y evolución de las monedas en la Grecia Clásica

Historia y evolución de las monedas en la Grecia Clásica

La Antigua Grecia se ha caracterizado por muchas cosas, tiene cantidad de símbolos que la representan y que han llegado a nuestros días, gran parte de ellos relacionados con la arquitectura o la escultura. Sin embargo, hay también dos elementos de suma importancia que cierran el palmarés de los símbolos de la Grecia clásica: la moneda y la cerámica.
Aunque el presente texto se centra en la moneda griega, resulta oportuno mencionar brevemente a la cerámica pues está íntimamente ligada al comercio, como la moneda. La cerámica, y clausurando su breve aparición en el trabajo, era indispensable para el transporte y el almacenamiento de parte de la producción agrícola, estando mucha de ella decorada profusamente.
Dejando de lado la cerámica, entramos de lleno en el comercio, el cual ha sido siempre un pilar fundamental en el florecimiento de los pueblos. Gracias al comercio llegaban, tanto a la península como a las islas, influencias de otras culturas, pero su importancia radica, sobre todo, en el intercambio comercial. La Grecia clásica fue una de las civilizaciones más comerciantes de la Edad Antigua y ello se tradujo en un mayor nivel de vida al respecto de otros pueblos. Como bien afirman determinadas publicaciones y manuales, la moneda es el motor del comercio, siendo determinante para la economía y la vida de los ciudadanos, condicionando directamente al Estado. Es el elemento más duradero y continuado de la historia, una serie de piezas a las que se la ha ido otorgando un valor nominal que, en un inicio, distaba muy poco o nada de su valor intrínseco.
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Aunque ya en la antigua Babilonia existían pequeñas cuentas de barro a las que se le atribuía un valor nominal, la moneda como tal nació durante el reinado de Ardis II, más conocido como Ardis de Lidia, que reinó entre los años 644 a.C. y 625 a.C. en Lidia, región situada al oeste de Anatolia -actual Turquía- y que abarcó desde el siglo XIV a.C. hasta el VI a.C. gracias al comercio y a la política exterior belicosa de este monarca, estas monedas estaban compuestas de electro -oro y plata-, se extendieron por la zona de Asia Menor, llegando a la península griega a mediados del siglo VI a.C., las monedas tenían grabado un león, el símbolo de los mermnados. Al caer Lidia en manos de los persas tras la batalla de Timbrea y el asedio de Sardes, Ciro II el Grande comenzó a acuñar monedas de oro con la representación de un arquero arrodillado, con un peso de 8,42 gramos.
Mientras tanto, en la península griega, las diferentes ciudades-estado ya consideraban la moneda no sólo un útil para el comercio sino también un símbolo de soberanía, por lo que las ciudades ya habían ideado y regulado la creación de la misma. Durante este periodo, las monedas presentaron, en un inicio, un gran tamaño aunque pronto fueron adquiriendo dimensiones normales. Muchas no eran redondas, presentando formas de cuentas, de oro y plata, con diseños geométricos o distintivos de cada ciudad. Poco a poco las técnicas mejoraron y llegaron a acuñarse monedas de gran valor artístico, con símbolos muy conseguidos y que rápidamente se hicieron famosos en el mundo conocido, es el caso de la lechuza de Atenas. A este período se le suele denominar comúnmente arcaico.
El siguiente período se conoce como clásico y abarca desde el fin de las Guerras Médicas   (490-478 a.C.) hasta la muerte de Alejandro Magno (323 a.C.). Durante esta época, el foco se desplaza hacia el norte de la península griega, en concreto hacia el pueblo macedonio, que vivirá con Filipo II y su hijo Alejandro su mayor momento de esplendor. Del reinado de Filipo II el tuerto tenemos constancia de estáteras de oro con la cabeza de Apolo y higa, con el nombre Philipos grabado en griego. Tras la muerte del monarca, le sucedió su joven hijo Alejandro III, más conocido como Alejandro Magno, el cual acuñó también estáteras y tetradracmas con el nombre Alexandros grabado, así como la cabeza de Heracles y Zeus. Debido a sus conquistas, las monedas se expandieron por todo Oriente Medio y el norte de la India. Además, al conquistar Egipto, hizo de la nueva ciudad Alejandría una de las más importantes cecas del momento. Su prematura muerte dividió su imperio en cuatro partes, correspondientes a sus generales más importantes, los diádocos; Lisímaco, que se quedaría con Tracia; Demetrios, con Macedonia; Seléuco, Babilonia y Ptolomeo en Egipto.
Alejandro III de Macedonia, conocido como Alejandro Magno.
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Centrándonos exclusivamente en el interés numismático, esta división del imperio de Alejandro trajo consigo una serie de novedades muy importantes en el mundo griego. Los ptolomeos en Egipto abandonaron rápidamente el sistema monetario griego y adoptaron el cirenaico, pasando así de los 4,25 gramos a 3,40. Este nuevo sistema nos ha dejado hermosas evidencias en oro con retratos reales de gran realismo. Seléuco, que se quedó con la zona de Babilonia, fundó el imperio seléucida y mantuvo el sistema griego, de hecho llegó a acuñar monedas con la cabeza del caballo de Alejandro Magno, Bucéfalo.
Fuera de la península griega y el área de influencia de Alejandro, en Sicilia, Agathocles, tirano de Siracusa, acuñó piezas de plata y oro imitando a los macedonios. El noroeste de la India seguía dominado por los persas, pero han llegado a encontrarse monedas con el nombre de Alejandro debido a la influencia y al avance del conquistador macedonio.
La tercera etapa es denominada período helenístico que abarca desde la muerte de Alejandro hasta anexión de Grecia por Roma en el siglo I a.C. Es un periodo caracterizado por la expansión de la cultura griega a otras zonas fuera del mundo conocido gracias al comercio. Tal fue la influencia estética y normativa, que muchos reinos que nada tenían que ver con la cultura grecorromana comenzaron a adoptar los órdenes de ésta a todos los efectos, monedas incluidas. Muchas monedas fueron de tamaño considerable y en oro, debido a la riqueza de determinados reinos, sin embargo también carecían de la belleza de los periodos anteriores. Aunque la excepción se dio en la zona del noroeste de la India, el conocido como Reino grecobactriano, lugar donde se acuñaron algunos de los mejores y más bellos ejemplos de toda la numismática griega.
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Una de las características de este periodo es el uso de retratos de personajes vivos en las monedas, ya que en otros periodos se utilizaba a personajes fallecidos o a dioses. Los mejores ejemplos de esta nueva “moda” los encontramos en Egipto con los ptolomeos y en el Imperio Seléucida. Esto tuvo su origen en Sicilia, donde el tirano Hierón II, acuñó monedas en las que aparecía su retrato y el de su esposa.
En el territorio denominado Partia, que sería, aproximadamente, Persia, hubo una fortísima influencia griega en la numismática. Arsaces introdujo cabezas de tipo griego que, con el paso de los años, irían fundiéndose con el propio arte persa.
En el ocaso del periodo helenístico, en Pérgamo se produce una innovación a la que llamaron cistophorus, siendo una adaptación del tetradracma griego, con el que incluso los romanos llegarían a comerciar. En el norte de la India, en Bactria, sigue existiendo una fuerte influencia griega, sin embargo, en el siglo I a.C. se abandonan definitivamente estos órdenes.
Aunque la propia Roma sería la heredera cultural del mundo griego, con la conquista de la península en el siglo I a.C. terminaría desdibujándose el esplendor de la numismática griega. A continuación podemos encontrar una selección de monedas con sus atributos en las que podremos observar la evolución y expansión de la misma.
  • Tercio de estátera (siglo VI a.C.)
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Moneda de electro -oro y plata- de 4,72g. Original de Lidia. La primera de ellas, considerada la primera moneda de la historia, pesaba 2,4g y el león del anverso no estaba tan definido. En el reverso tiene una marca separada en dos partes, propia de las arcaicas técnicas de acuñación.
  • 1/48 de estátera de Jonia (siglo VI. a.C.)
Moneda de electro -oro y plata- de 0,37g. Original de Jonia. En el anverso está representado un león rugiendo, con la boca abierta. En el reverso tiene una marca que se divide en cuatro partes, propia de las técnicas de acuñación de la época.
  • Dárico aqueménida (siglo VI a.C.)
Moneda de oro de 8,42g. Original persa. En el anverso está representado un arquero arrodillado. En el reverso tiene una única marca, sin división, propia de las técnicas de acuñación de la época.
  • Hemidracma de Atenas (siglo V a.C.)
Moneda de plata de 2,1g. Original ateniense. En el anverso encontramos la cabeza de Atenea con pendientes redondeados y casco adornado con hojas y flores. En el reverso se encuentra la clásica lechuza ateniense con rama de olivo e inscripciones.
  • Dracma de Istros (siglo IV a.C.)
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Moneda de plata de 5,7g. Original de Istros (Tracia). En el anverso se encuentran dos cabezas masculinas juntas en direcciones opuestas, una hacia arriba y la otra hacia abajo. En el reverso se encuentran inscripciones además de un águila atacando a lo que parece ser un delfín.
  • Tetradracma de Atenas (siglo IV a.C.)
Moneda de plata de 17,3g. Original de Atenas. En el anverso cabeza de Atenea con pendientes redondeados y casco adornado con hojas de olivo y flores. En el reverso inscripciones con la lechuza ateniense mirando hacia la derecha, rama de olivo y luna.
  • Dracma de Larissa (siglo IV a.C.)
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Moneda de plata de 5,8g. Original de Larissa. En el anverso tiene el rostro de la ninfa Larissa con collar y con peinado. En el reverso se encuentran inscripciones además de un caballo pastando.
  • Bronce de Filipo II (siglo IV a.C.)
Moneda de bronce de 2,6g. Original de Macedonia. En el anverso se encuentra la cabeza de Apolo mirando hacia la derecha, con cinta en el pelo. En el reverso una inscripción y un jinete joven sobre un caballo galopando y una lanza en el suelo.
  • Bronce de Alejandro III (siglo IV a.C.)
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Moneda de bronce de 6,4g. Original de Macedonia. En el anverso encontramos la cabeza de Hércules con la piel de león. En el reverso un arco y carcaj, así como la maza de Hércules e inscripciones.
  • Tetradracma de Seléuco I (siglo IV. a.C.)
Moneda de plata de 17g de peso. Original de Babilonia. En el anverso se encuentra la cabeza de Alejandro Magno como Hércules con la piel de león sobre la cabeza. En el reverso, aparte de las inscripciones, se encuentra Zeus sentado en el trono sosteniendo un águila en su brazo derecho y un cetro en el izquierdo.
  • Dióbolo de Pérgamo (siglo III a.C.)
Moneda de plata de 1,3g. Original de Pérgamo. En el anverso encontramos la cabeza de Hércules con la piel de león. En el reverso inscripciones y representación de Paladión con lanza y escudo.
  • Dracma de Rodas (siglo III-II a.C.)
Moneda de plata de 2,7g. Original de Rodas. En el anverso cabeza de Helios con el pelo suelto. En el reverso encontramos rosa abierta, con brote y capullo a la derecha, además de inscripciones.
  • Bronce de Hierón II (siglo III a.C.)
Moneda de bronce de 14,3g. Original de Siracusa. En el anverso se encuentra el busto de Hierón con el pelo sujeto por una cinta y mirando hacia la izquierda. En el reverso un jinete con capa, armado con lanza y cabalgando, además de inscripciones.
  • Bronce de Ptolomeo II (siglo III a.C.)
Moneda de bronce de 10,48g. Original de Alejandría. En el anverso un busto deificado de Alejandro Magno con piel de elefante y mirando hacia la derecha. En el reverso se encuentra una inscripción además de un águila sobre un rayo.
  • Hemidracma de la Liga Aquea (siglo II a.C.)
Moneda de plata de 2,15g. Original de Esparta. En el anverso encontramos la cabeza laureada de Zeus, mirando hacia la derecha. En el reverso las letras AX, inscripciones y espiga.
  • Dracma de Filoxeno (siglo I a.C.)
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Moneda de plata de 1,6g. Original de Bactria. En el anverso encontramos inscripciones y el busto de Filoxeno mirando hacia la derecha. En el reverso Filoxeno a caballo con inscripciones en jaroshti.
  • 80 drachmai de Cleopatra VII (siglo I a.C.)
Moneda de bronce de 15,9g. Original de Alejandría. En el anverso nos encontramos el busto de Cleopatra VII con diadema mirando hacia la derecha. En el reverso inscripciones además de águila sobre un rayo, cornucopia y marca de valor a la derecha.
BIBLIOGRAFÍA
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RODRÍGUEZ-NORIEGA GUILLÉN, L. Studium: Revista de humanidades. Intentando socavar una falsa creencia. La identidad del Ave de Atenea. pp. 103-111. Ejemplar nº 12, 2006.
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