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| 6. Elementos de la Liturgia II Parte |
Elementos Literarios Entre los elementos de la liturgia
se destacan por su importancia y riqueza los libros sagrados.
En ellos están contenidos todos sus ritos y fórmulas, su
canto y sus ceremonias. Su creación, custodia y desarrollo competen
a la Sede Apostólica, a través, principalmente de la Sagrada
Congregación para el Culto Divino y de las conferencias episcopales
en lo que les corresponde, siempre en comunión con el
Santo Padre, el Papa.
Al inicio de la Iglesia sólo
se usaban el Antiguo y el Nuevo Testamento. Al desarrollarse
las ceremonias litúrgicas también se hizo necesario el desarrollo de
los libros para una riqueza litúrgica. Así nació el Canon
de la Misa, con los primitivos dípticos para recordar las
intenciones y nombres recomendados de la comunidad cristiana.
La fe
cristiana los revistió de belleza externa, igual que a los
vasos y objetos del altar. Hoy podemos admirarnos ante los
hermosos evangeliarios, cantorales y rituales, en pergamino ricamente miniados y
encuadernados.
Los libros litúrgicos latinos tradicionales son éstos: el Misal,
el Breviario o Liturgia de las Horas, el Ritual, el
Pontifical, el Leccionario. Complemento del Misal es el Oracional.
a)
El Misal contiene todos los textos oficiales necesarios para la
celebración del Santo Sacrificio de la Misa.
b) El Breviario o
Liturgia de las Horas reúne los salmos, antífonas, lecturas, versículos,
responsorios, cánticos, himnos y oraciones de la Divina Alabanza de
cada día.
c) El Ritual es el manual sacerdotal que contiene
las preces y fórmulas y ritos oficiales para la administración
de los sacramentos y sacramentales, las procesiones clásicas y toda
clase de bendiciones.
d) El Pontifical contiene los textos y
rúbricas de ciertas funciones solemnes propias de los obispos: confirmación
y orden sagrado; consagraciones y dedicaciones de templos y altares;
coronación de sagradas imágenes, santos óleos; bendiciones de abades y
abadesas; consagraciones de vírgenes, etc.
e) El Leccionario repartido en
varios tomos, contiene las lecturas bíblicas de todo el año
litúrgico, en tres ciclos anuales (A,B,C). Recoge lo más importante
de la Biblia. Son lecturas muy bien escogidas y concuerdan
con el espíritu del ciclo anual temporal y santoral, y
particularmente dominical.
f) El Oracional es el libro de la oración
de los fieles, que se reza después del Credo y
donde elevamos nuestras peticiones por la Iglesia, por el mundo
y por nuestras necesidades particulares.
Elementos Artísticos de la
Liturgia Al hablar de elementos artísticos nos referimos especialmente a la
música y al arte sagrado.
a) La música
Dice el Papa Benedicto
XVI: “La importancia que la música tiene en el marco
de la religión bíblica puede deducirse sencillamente de un dato:
la palabra cantar (junto a sus derivados correspondientes: canto, etc.)
es una de las más utilizadas en la Biblia. En
el Antiguo Testamento aparece en 309 ocasiones , en el
Nuevo Testamento 36 . Cuando el hombre entra en contacto
con Dios, las palabras se hacen insuficientes. Se despiertan esos
ámbitos de la existencia que se convierten espontáneamente en canto”
.
La música sagrada es aquella que, creada para la
celebración del culto divino, posee cualidades de santidad y de
perfección de formas. La música sacra será tanto más santa
cuanto más íntimamente esté unida a la acción litúrgica, ya
sea expresando con mayor delicadeza la oración o fomentando la
unanimidad, ya enriqueciendo de mayor solemnidad los ritos sagrados.
La
música sagrada tiene el mismo fin que la liturgia, o
sea, la gloria de Dios y la santificación de los
fieles. La música sagrada aumenta el decoro y esplendor de
las solemnidades litúrgicas.
“La música sacra –dirá el papa Juan
Pablo II-es un medio privilegiado para facilitar una participación activa
de los fieles en la acción sagrada, como ya recomendaba
mi venerado predecesor san Pío X en el motu propio
‘Tra le sollecitudini’, cuyo centenario se celebra este año”
El Papa
Benedicto XVI tiene unas bellas palabras: “ La música en
la Iglesia surge como un carisma, como un don del
Espíritu, es la nueva ´lengua´ que procede del Espíritu. Sobre
todo en ella tiene lugar la sobria embriaguez de la
fe, porque en ella se superan todas las posibilidades de
la mera racionalidad. Pero esta ´embriaguez´ está llena de sobriedad
porque Cristo y el Espíritu son inseparables, porque este lenguaje
´ebrio´, a pesar de todo, permanece internamente en la disciplina
del Logos, en una nueva racionalidad que, más allá de
toda palabra, sirve a la palabra originaria, que es el
fundamento de toda razón” .
La música no debe dominar
la liturgia, sino servirla. En este sentido, antes de san
Pío X se celebraban muchas misas con orquestra, algunas muy
célebres, que se convertían a menudo en un gran concierto
durante el cual tenía lugar la Eucaristía. Ya se desvirtuaba
la finalidad profunda de la música litúrgica, la gloria de
Dios. Amenazaba la irrupción del virtuosismo, la vanidad de la
propia habilidad, que ya no está al servicio del todo,
sino que quiere ponerse en una primer plano.
Todo esto
hizo que en el siglo XIX, el siglo de una
subjetividad que quiere emanciparse, se llegara, en muchos casos, a
que lo sacro quedase atrapado en lo operístico, recordando de
nuevo aquellos peligros que, en su día, obligaron a intervenir
al concilio de Trento, que estableció la norma según la
cual en la música litúrgica era prioritario el predominio de
la palabra, limitando así el uso de los instrumentos.
También
Pío X intentó alejar la música operística de la liturgia,
declarando el canto gregoriano y la gran polifonía de la
época de la renovación católica (con Palestrina como figura simbólica
destacada) como criterio de la música litúrgica.
Géneros de música
sagrada se permiten en la Iglesia
San Pío X ofreció
como modelo de música litúrgica el canto gregoriano, porque servía
a la liturgia sin dominarla. Tras el concilio Vaticano II,
con la introducción de la lengua del pueblo en la
celebración, la música cambió y se buscaron otras melodías diferentes
al gregoriano. Sin embargo, el principio de que el canto
debe servir a la liturgia continúa vigente.
Hoy, ¿qué música sagrada
permite la Iglesia?
Se permiten el canto gregoriano, la polifonía
sagrada antigua y moderna, la música sagrada para órgano y
el canto sagrado popular, litúrgico y religioso.
También el Vaticano
II permitió la música autóctona de los pueblos cristianos, pero
adornada de las debidas cualidades. La Iglesia aprueba y admite
todas las formas musicales de arte auténtico, así vocal como
instrumental. Pero de nuevo debemos recordar el principio: la música
debe servir a la liturgia, no dominarla.
También hoy, como
hace cien años, existen abusos de músicas que dominan la
celebración e invitan poco a rezar. En algunas misas cantadas,
con palmas y bailes, es difícil que la música ayude
a rezar. Eso no significa que bailar sea malo: las
personas deben expresarse, pero también rezar. También debe tenerse en
cuenta el momento de la celebración para escoger la música.
Por ejemplo, un canto muy rítmico puede ser adecuado al
comienzo de una misa, pero no en el momento de
la comunión.
Entre todos estos géneros musicales, la Iglesia da
la preferencia al canto gregoriano, que es el propio de
la Liturgia romana y al que san Pío X califica
de supremo modelo de toda música sagrada, el único que
heredó de los antiguos Padres, y que custodió celosamente durante
el curso de los siglos en sus códices litúrgicos.
Instrumentos
que son admitidos
Nos contesta el concilio Vaticano II: “En
el culto divino se pueden admitir otros instrumentos, a juicio
y con consentimiento de la autoridad eclesiástica territorial competente, siempre
que sean aptos o puedan adaptarse al uso sagrado, convengan
a la dignidad del templo y contribuyan realmente a la
edificación de los fieles” (Concilio Vaticano II, en la Constitución
Dogmática, Sacrosanctum Concilium, n. 120).
En la carta, fechada el 22
de noviembre, memoria de Santa Cecilia –patrona de la música
sacra– el papa Juan Pablo II señala que el centenario
de la Carta del papa san Pío X “me ofrece
la ocasión de recordar la importante función de la música
sacra, que San Pío X presenta tanto como medio de
elevación del espíritu a Dios, como preciosa ayuda para los
fieles en la participación activa de los sacrosantos misterios y
en la oración pública y solemne de la Iglesia”.
El papa
hace luego un recuento de la secular enseñanza de la
Iglesia sobre la nobleza e importancia del canto litúrgico; y
señala que “en tal perspectiva, a la luz del magisterio
de San Pío X y de mis otros Predecesores, y
teniendo en cuenta particularmente los pronunciamientos del Concilio Vaticano II,
deseo reproponer algunos principios fundamentales” respecto de la composición y
el uso de la música en las celebraciones litúrgicas.
Principios que
ofreció el Papa Juan Pablo II para la música dentro
de las celebraciones litúrgicas católicas
Enumera los siguientes:
El Papa señala
que “ante todo es necesario subrayar que la música destinada
a los ritos sagrados debe tener como punto de referencia
la santidad”. “La misma categoría de ‘música sagrada’ - advierte
el Pontífice- hoy ha sufrido una ampliación tal que incluye
repertorios que no pueden entrar en la celebración sin violar
el espíritu y las normas de la misma liturgia”.
“La reforma
obrada por San Pío X se dirigía específicamente a purificar
la música de la Iglesia de la contaminación de la
música profana teatral, que en muchos países había contaminado el
repertorio y la práctica musical litúrgica”, recuerda el Pontífice; y
señala que “en consecuencia, no todas las formas musicales pueden
ser consideradas aptas para las celebraciones litúrgicas”.
Otro principio es “el
de la bondad de las formas”. “No puede haber música
destinada a las celebraciones de los ritos sagrados que no
sea primero verdadero arte”.
Sin embargo, “esta cualidad no es
suficiente” advierte el Santo Padre. “La música litúrgica debe en
efecto responder a sus requisitos específicos: la plena adhesión a
los textos que presenta, la consonancia con el tiempo y
el momento litúrgico a la que está destinada, la adecuada
correspondencia con los ritos y gestos que propone”.
El papa
destaca luego el valor de la inculturación en la música
litúrgica; pero señala que “toda innovación en esta delicada materia
debe respetar criterios peculiares, como la búsqueda de expresiones musicales
que respondan a la necesaria involucración de toda la asamblea
en la celebración y que eviten, al mismo tiempo, cualquier
concesión a la ligereza y la superficialidad”.
El canto gregoriano,
dice luego Juan Pablo II, “ocupa un lugar particular”; pues
“sigue siendo aún hoy el elemento de unidad” en la
liturgia.
En general, señala el papa, el aspecto musical de las
celebraciones litúrgicas “no puede ser dejado a la improvisación, ni
al arbitrio de los individuos, sino que debe ser confiado
a una bien concertada dirección en respeto a las normas
y competencias, como fruto significativo de una adecuada formación litúrgica”.
El
Papa Benedicto XVI enumeró otros criterios sobre la música sagrada,
que me parecen importantes destacar , y que quiero aquí
resumir:
La letra de la música litúrgica tiene que estar basada
en la Sagrada Escritura. La liturgia cristiana no está abierta a
cualquier tipo de música. Exige un criterio, y este criterio
es el Logos, entendido aquí como razón. Sólo así esa
música nos elevará el corazón. La música sagrada no debe
arrastrar al hombre a la ebriedad de los sentidos, pisoteando
la racionalidad y sometiendo el espíritu a los sentidos. Nuestro canto
litúrgico es participación del canto y la oración de la
gran liturgia, que abarca toda la creación. Así vencemos el
subjetivismo y el individualismo, que llevaría al virtuosismo y a
la vanidad.
b) El arte
¿Qué decir del arte sagrado?
Aquí
habría que decir mucho sobre el valor de las imágenes,
que los protestantes tanto nos echan en cara, diciéndonos que
nosotros, los cristianos, adoramos las imágenes.
Nosotros les respondemos así:
“Las imágenes de Cristo, de la Virgen, Madre de Dios,
y las de otros santos, hay que tenerlas y guardarlas
sobre todo en los templos y tributarles la veneración y
el honor debidos. No es que se crea que en
ellas hay algo de divino..., sino que el honor que
se les tributa se refiere a los modelos originales por
ellos representados. Por tanto, a través de las imágenes que
besamos y ante las cuales, descubrimos nuestra cabeza y nos
postramos, adoramos a Cristo y veneramos a los santos cuya
semejanza ellas evocan”(Concilio de Trento, Ses. XXV).
El Para Benedicto XVI
nos dice: “El icono (imagen) conduce al que lo contempla,
mediante esa mirada interior que ha tomado cuerpo en el
icono, a que vea en lo sensorial lo que va
más allá de lo sensorial y que, por otra parte,
pasa a formar parte de los sentidos.
El Concilio Vaticano
II sobre la arte
El Concilio Vaticano II en su
constitución sobre la Sagrada Liturgia dice que el arte que
se emplee en todo lo relacionado con la liturgia debe
orientar santamente a los hombres hacia Dios y debe estar
de acuerdo con la fe, la piedad y las leyes
religiosas tradicionales (cf. Sacrosanctum Concilium, n. 122).
Por tanto, tiene
que ser un arte digno y reverente. Se debe buscar
más una noble belleza que la mera suntuosidad (cf. Sacrosanctum
Concilium, n. 124). Esto se ha de aplicar también a
las vestiduras y ornamentación sagrada. Hay que excluir, por lo
mismo, aquellas obras artísticas que repugnen a la fe, a
las costumbres y a la piedad cristiana, y ofendan el
sentido auténticamente religioso, ya sea por la depravación de las
formas, ya sea por la insuficiencia, la mediocridad o la
falsedad del arte (cf. Sacrosanctum Concilium, n. 124).
Sobre las imágenes,
también el Concilio ha dado su palabra: deben exponerse las
imágenes sagradas a la veneración de los fieles, pero con
moderación en el número y guardando entre ellas el debido
orden, a fin de que no causen extrañeza al pueblo
cristiano ni favorezcan una devoción menos ortodoxa (cf. Sacrosanctum Concilium,
n. 125).
Al edificar los templos, se debe procurar que sean
aptos para la celebración de las acciones litúrgicas y para
conseguir la participación de los fieles (n. 124).
El Papa Benedicto
XVI en este libro antes citado nos resume así los
principios fundamentales de un arte asociado a la liturgia :
La
ausencia total de imágenes no es compatible con la fe
en la Encarnación de Dios. Dios, en su actuación histórica,
ha entrado en nuestro mundo sensible para que el mundo
se haga transparente hacia Él. Las imágenes de lo bello
en las que se hace visible el misterio del Dios
invisible forman parte del culto cristiano. Ciertamente, siempre habrá altibajos
según los tiempos, avance y retroceso y, por tanto, también
habrá tiempos de cierta pobreza en las imágenes. Pero jamás
podrán faltar por completo. La iconoclastia no es una opción
cristiana.
El arte sagrado encuentra sus contenidos en las imágenes de
la historia de la salvación, comenzando por la creación, desde
el primer día, hasta el octavo: el día de la
resurrección y de la segunda venida, en el que se
consuma la línea de la historia cerrando el círculo. Forman
parte de él, sobre todo, las imágenes de la historia
bíblica, pero también la historia de los santos como concreciones
de la historia de Jesucristo.
Las imágenes de la historia de
Dios con los hombres no sólo muestran una serie de
acontecimientos del pasado, sino que ponen de manifiesto, a través
de ellos, la unidad interna de la actuación de Dios.
Remiten al sacramento –sobre todo al bautismo y la eucaristía-
y en ellos están contenidos, de tal manera, que apuntan
también al presente. Guardan una íntima y estrecha relación con
la acción litúrgica. La historia llega a ser sacramento en
Jesucristo, que es la fuente de los sacramentos. Por esto
mismo, la imagen de Cristo es el centro del arte
figurativo sagrado. El centro de la imagen de Cristo es
el misterio pascual: Cristo se representa como crucificado, como resucitado,
como aquél que ha de venir y cuyo poder aún
permanece oculto. Cada imagen de Cristo tiene que reunir estos
tres aspectos esenciales del misterio de Cristo, y ser, en
este sentido, una imagen de la Pascua.
La imagen de Cristo
y las imágenes de los santos no son fotografías. Su
cometido es llevar más allá de lo constatable desde el
punto de vista material, consiste en despertar los sentidos internos
y enseñar una nueva forma de mirar que perciba lo
invisible en lo visible. La imagen está al servicio de
la liturgia; la oración y la contemplación en la que
se forman las imágenes tienen que realizarse en comunión con
la fe de la Iglesia. La dimensión eclesial es fundamental
en el arte sagrado y, con ellos, también la relación
interior con la historia de la fe, con la Sagrada
Escritura y con la Tradición.
Ciertamente, no deben existir normas
rígidas: las nuevas experiencias religiosas y los dones de las
nuevas instituciones tienen que encontrar su lugar en la Iglesia.
Pero sigue habiendo una diferencia entre el arte sacro (en
lo que respecta a la liturgia, perteneciente al ámbito eclesial)
y el arte religioso en general. El arte sacro no
puede ser el ámbito de la pura arbitrariedad. Las formas
artísticas que niegan la presencia del Logos en la realidad
y fijan la atención del hombre en la apariencia sensible,
no pueden conciliarse con el sentido de la imagen en
la Iglesia. De la subjetividad aislada no puede surgir el
arte sacro.
El arte sacro presupone, más bien, el sujeto
interiormente formado en la Iglesia, y abierto al nosotros. Sólo
de este modo el arte hace visible la fe común,
y vuelve a hablar al corazón creyente. La libertad del
arte, que tiene que existir también en el ámbito más
delimitado del arte sacro, no es arbitrariedad. Se desarrolla según
los criterios que hemos indicado en los primeros cuatro puntos
de este reflexión final y que pretenden resumir las constantes
de la tradición figurativa de la Iglesia. Sin fe no
existe un arte adecuado a la liturgia. El arte sacro
está bajo el imperativo de la segunda carta a los
corintios: con la mirada puesta en el Señor “nos vamos
transformando en su imagen con resplandor creciente; así es como
actúa el Señor, que es Espíritu”.
¿Qué significa todo esto
en la práctica?
El arte no puede “producirse” como se
encargan y producen los aparatos técnicos. Siempre es un don.
La inspiración no es algo de lo que se pueda
disponer, hay que recibirla gratuitamente. La renovación del arte en
la fe no se consigue ni con dinero ni con
comisiones. Presupone, antes que otra cosa, el don del nuevo
modo de ver. Por eso, todos deberíamos estar preocupados de
conseguir nuevamente esa fe capaz de contemplar. Allí donde esto
ocurre, el arte encuentra también su justa expresión.
Todos estos
criterios de la Iglesia demuestran lo sagrado de la Liturgia.
El canto y la música en la Liturgia “La
tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de
valor inestimable, que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente
porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una
parte necesaria o integral de la Liturgia solemne… La Música
Sacra, Por consiguiente, será tanto más santa cuanto más íntimamente
se halle unida a la acción litúrgica…Además, la Iglesia aprueba
y admite en el culto divino todas las formas de
arte auténtico, siempre que estén adornadas con las debidas cualidades.”
(SC 112)
“La acción litúrgica reviste una forma más noble cuando
los oficios divinos se celebran solemnemente con canto y cuando
en ellos intervienen los ministros sagrados y el pueblo también
participa activamente.” (SC 113)
GENERALIDADES
La Celebración (vista como la liturgia
en cuanto acción) es una categoría fundamental para definir a
la Liturgia como acción representativa y actualizadora del Misterio de
Cristo y de la historia de la salvación. Esta acción
litúrgica (celebración de la fe) tiene cuatro componentes: el acontecimiento
que motiva la celebración (evocado por la Palabra de Dios),
la asamblea celebrante (la Iglesia como sujeto de la acción),
la acción ritual (respuesta a la palabra de Dios a
través del canto y la oración: Plegaria Eucarística) y el
clima festivo (lugar, tiempo, signos y símbolos) que lo llena
todo.
En este tema estudiaremos el primer modo de respuesta a
la Palabra de Dios, el canto. Junto al canto es
preciso tratar de la música, que no sólo lo acompaña,
sino que tiene, ella sola, una función en la celebración.
EL
CANTO EN LA BIBLIA Y EN LA LITURGIA
El canto es
una realidad religiosa en toda la Biblia y, particularmente en
todo los Evangelios. El propio Señor acudía a la sinagoga
según su costumbre (cf. Lc 4, 16) y allí tomaba
parte en el canto de los salmos. En la Última
Cena cantó los himnos del rito pascual (cf. Mt 26,
30).
Veamos brevemente como se manifiesta el canto en la Biblia
y a través de testimonios en la Historia.
Espiritualidad bíblica El
canto en la Biblia está precedido por el reconocimiento de
la presencia de Dios en sus obras de la creación
y en sus intervenciones salvíficas en la historia. El ejemplo
más acabado son los salmos, que abarcan todas las formas
de expresión sonora, desde el grito y la exclamación gozosa
hasta el cántico acompañado de la música y la danza
(cf. Sal 47,2.7; 81,2; 98,4.6, etc.). La invitación al canto
es frecuente al comienzo de la alabanza (cf. Ex 15,21;
Is 42,10; Sal 105,1), adquiriendo poco a poco connotaciones mesiánicas
y escatológicas, al aludir al cántico nuevo que toda la
tierra debe entonar (cf. Sal 96,1) cuando se cumplan las
magníficas promesas del Señor (cf. Sal 42,10; 149,1). Este cántico
se ha iniciado en la victoria de Cristo sobre la
muerte, siendo cantado por todos los redimidos (cf. Ap 4,9-14;
14,2-3, 15,3-4).
La Iglesia primitiva continuó la práctica sinagogal del canto
de los salmos y de otros himnos: «Llenaos más bien
del Espíritu y recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos
inspirados; cantad y salmodiad (celebrad) en vuestro corazón al Señor,
dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en
nombre de nuestro Señor Jesucristo.» (Ef. 5,18b-20; cf. Col. 3,16);
«Sufre alguno entre vosotros? Que ore. Está alguno alegre? Que
cante salmos.» (St 5,13). En Corinto cada uno llevaba su
salmo a la reunión, de forma que San Pablo advierte
que «se hagan para edificación de todos».
Testimonio de la historia
A comienzos del siglo II los cristianos se reunían antes
del amanecer “para cantar un himno a Cristo, como a
un dios” (cf. Plinio, El joven, Ep. X, 96,7). En
la época patrística los testimonios sobre el canto litúrgico se
multiplican. He aquí un ejemplo significativo: «Cuando siento que aquellos
textos sagrados, cantados así, constituyen un estímulo más fervoroso y
ardiente de piedra para nuestro espíritu que si no se
cantaran. Todos los sentimientos de nuestro espíritu, en su variada
gama de matices, hallan en la voz y en el
canto de sus propias correspondencias o modos. Excitan estos sentimientos
con una afinidad que voy calificar de misteriosa» (cf. S.
Agustín, Confes. X, 33,49).
Sin embargo No todos los Santos Padres
fueron unos entusiastas del canto en la liturgia. Estas actitudes
manifiestan que en la Iglesia siempre ha existido una preocupación
muy grande por el carácter auténticamente religioso y litúrgico del
canto y de la música en el interior de las
celebraciones.
Los últimos y mas notables ejemplos son el motu propio
Tra le Sollecitudini de San Pío X (22-XII-1903), la encíclica
Musicae Sacrae disciplina de Pío XII (25-XII-1955), la instrucción sobre
la Música Sagrada de la Sagrada Congregación: (3-IX-1958) y la
Constitución Sacrosanctum Concilium del Vaticano II (4-XIl-1963), que dedica el
capítulo VI a la música. Este documento significa la culminación
de todo un movimiento de restauración del canto gregoriano y
de renovación del canto popular religioso.
Después del Vaticano II se
produjo el fenómeno de la proliferación de una música muy
difícil de enjuiciar todavía desde el punto de vista de
los criterios litúrgicos y pastorales del canto y de la
renovación en la liturgia. Entre los documentos postconciliares dedicados a
la renovación de la liturgia hay que citar la Instrucción
Músicam Sacram del 5-III-1967, siendo muy numerosos los que se
han ocupado del canto y de la música de una
manera puntual.
LOS VALORES DEL CANTO DE LA LITURGIA
Aunque casi
nunca surge la pregunta ¿por qué cantamos en nuestra celebraciones?,
es bueno dar razones sobre esta actitud.
El canto expresa y
realiza nuestras actitudes interiores. Expresa las ideas y los sentimientos,
las actitudes y los deseos. Es un lenguaje universal con
un poder expresivo que muchas veces llega a donde no
llega la sola palabra. En la liturgia el canto tiene
un función clara: expresa nuestra postura ante Dios (alabanza, petición)
y nuestra sintonía con la comunidad y con el misterio
que celebramos.
El canto hace comunidad. El canto pone de manifiesto
de un modo pleno y perfecto la índole comunitaria del
culto cristiano. Cantar en común une. Nuestra fe no es
sólo asunto personal nuestro: somos comunidad, y el canto es
uno de los mejores signos del sentir común.
El canto hace
fiesta. El valor del canto es el de crear un
clima más festivo y solemne, ya sea expresado con mayor
delicadeza la oración o fomentando la unidad. “Nada más festivo
y más grato en las celebraciones sagradas, exprese su fe
y su piedad por el canto” (MS 16).
La función ministerial
del canto. La razón de ser de la música en
la celebración cristiana le viene de la celebración misma y
de la comunidad celebrante. La música y el canto tienen
dos puntos de referencias: el ritmo litúrgico y la comunidad
celebrante. El canto sirve “ministerialmente” al rito celebrado por la
comunidad
El canto, sacramento. Dentro de la celebración, el canto y
la música se convierten en un signo eficaz, en un
sacramento del acontecimiento interior. Dios habla y la comunidad responde
con fe y con actitudes de alabanza; se encuentran en
comunión interior. El canto es un verdadero “sacramento”, que no
sólo expresa los sentimientos íntimos, sino que los realiza y
los hace acontecimiento.
FUNCION MINISTERIAL DEL CORO
El coro es ministerialmente
un elemento importante para la participación litúrgica en general y
para el canto del pueblo en concreto. Todo depende de
que se plantee bien su función. No se trata de
un coro que suplica o suplante el canto del pueblo
asumiendo en solitario las funciones que corresponde a la asamblea.
Pero sí de un coro que enriquezca el canto del
pueblo que, creando espacios de descanso, fomente la contemplación del
ministerio, que ayude a dar un color más propio a
cada una de las celebraciones y que finalmente anime el
canto de toda la asamblea. Entonces, ¿cuáles serán las facetas
del coro?.
Enriquecer el canto del pueblo (con facilidad). Crear espacios de
descanso que fomenten la contemplación.
(el silencio es la llave para
la escucha de la voz del Señor). Dar un colorido más
propio a cada una de las celebraciones del año litúrgico. Animar
el canto de la asamblea.
EL SALMISTA Y SU MINISTERIO EN
LA LITURGIA
Quién es el salmista El salmista había sido
un personaje entrañable en los primeros siglos. Se apreciaba su
arte musical, hecho de técnica y de fe. Cantilando las
estrofas del salmo, para que la comunidad intercalara a cada
una su respuesta cantaba, creaba un clima de serena profundización.
El Papa San Dámaso habla del “placidum modulamen” del salmista
en sus misas; una modulación plácida que infundió serenidad y
contribuían a que fueran penetrando los sentimientos del salmo en
los espíritus de los fieles.
Hoy se quiere recuperar este ministerio.
El
salmista es guía y maestro de oración poética y cantada.
Podemos
afirmar que el salmista es uno de los ministerios más
ricos, pues es desde la liturgia donde Cristo se hace
presente como cabeza de su Cuerpo, Mediador entre Dios y
los hombres, y con nosotros canta las alabanzas a “nuestro”
Padre.
Catequesis en audio:
El Papa Benedicto XVI emitió
su Motu Proprio “Summorum Pontificum”, que concede un indulto que
permite celebrar la misa tridentina sin necesidad de solicitar permiso
al obispo. Aprende qué es un Motu Proprio y las
implicaciones de este documento.
Da click en el siguiente enlace y
escucha el tema: - Sobre el Motu Proprio
y la Misa Tridentina: las implicaciones de este documento.
Participación en el Foro ¿Cuáles son
los libros Litúrgicos latinos tradicionales? Hoy, ¿qué música sagrada permite la
Iglesia?
Bibliografía recomendada/ artículos de apoyo :
- Carta del Papa a los Obispos sobre "Summorum Pontificum" La
Carta de Benedicto XVI a los obispos de todo el
mundo sobre el Motu Proprio Summorum. Referente al misal de
Juan XXIII
- Ecclesia De Eucharistia
- Carta
a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la rececpción
de la comunión eucarística por parte de los fieles divorciados
que se han vuelto a casar
- Sacrosanctum Concilium
(Constitución Dogmática del Vaticano II para la Liturgia)
-
Redemptionis Sacramentum Sobre algunas cosas que se deben observar o evitar
acerca de la Santísima Eucaristía
- Dies Domini (
Carta apostólica JPLL sobre la santificación del domingo)
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