REGLA "PRIMITIVA" (Carmelo)


REGLA "PRIMITIVA"

DE LA ORDEN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN

MARIA DEL MONTE CARMELO,
DADA POR SAN ALBERTO, PATRIARCA DE JERUSALEN,
Y CONFIRMADA POR INOCENCIO IV


  1. Alberto, llamado a ser Patriarca de la Iglesia de Jerusalén por la gracia de Dios, a los amados hijos en Cristo Brocardo  y demás ermitaños, que viven bajo su obediencia junto a la fuente de Elías, en el Monte Carmelo, salud en el Señor y bendición del Espíritu Santo.
 2. En distintas ocasiones y de muchas maneras (cf Hb 1,1) los santos Padres dejaron establecido el modo cómo cada uno (sea cual fuere su estado o el género de vida religiosa que abrazó) ha de vivir "en obsequio" de Jesucristo (cf 2Co 10,5), sirviéndole lealmente con corazón puro y buena conciencia (cf 1Tm 1,5). Pero, como nos pedís que os demos una fórmula de vida adecuada a vuestro proyecto común, para guardarla obligatoriamente en lo sucesivo:
Prior y vínculos sagrados
3. Disponemos, en primer lugar, que tengáis a uno de vosotros como prior; el cual será elegido para el cargo por unanimidad o, al menos, por acuerdo de la mayoría más grave. A él prometerá obediencia cada uno de los demás y tratará de cumplirla de veras con las obras (cf Jn 3,18), acompañando ese compromiso con los de castidad y renuncia a la propiedad.
Lugares para vuestra residencia
4. Podréis estableceros en los desiertos o en otros lugares que se os donaren y sean del todo idóneos para la observancia de vuestra vida religiosa, según lo juzguen conveniente el prior y los hermanos.
Celdas de los hermanos
5. Además, en vista de la situación del lugar escogido para residencia, tenga cada uno de vosotros celda individual y separada, que le habrá asignado el prior mismo, con la anuencia de los otros hermanos o de los más graves.
Mesa común
6. Haced esto, sin embargo, de manera que toméis en un refectorio común los alimentos que os repartieren, mientras escucháis juntos algún fragmento de la Sagrada Escritura, cuando pueda efectuarse sin dificultad.
Autoridad del prior
7. A ningún hermano le estará permitido, sin la licencia del prior que hubiere por entonces, mudarse de celda asignada, ni intercambiarla por otra.
   La celda del prior estará a la entrada del lugar de residencia, para que sea él quien primero reciba a los visitantes, y disponga luego, a discreción, cuanto se haya de hacer.
Oración continua
8. Permanezca cada uno en su celda, o en las proximidades, meditando día y noche la ley del Señor (cfr 1P 4,7), a no ser que se halle justificadamente ocupado en otros quehaceres.
Liturgia de las horas
9. Los que saben rezar las horas canónicas con los clérigos, las recitarán conforme a las disposiciones de los santos Padres y a la costumbre legítima de la Iglesia. Los que no sepan, dirán veinticinco padrenuestros por maitines, excepto los domingos y solemnidades, en cuyo oficio de vigilia mandamos duplicar ese número, de manera que se repita la oración dominical cincuenta veces. Se dirán siete padrenuestros en las laudes de la mañana, así como en las restantes horas, menos vísperas, en que deben rezarse quince.
Renuncia a la propiedad y comunidad de bienes
10. Ningún hermano considerará nada como suyo propio. Tenedlo todo en común (cf Hch 4,32; 2,44). El prior, por medio del hermano que haya designado para ese oficio, distribuirá a cada uno cuanto le haga falta (cf Hch 4,35), atendiendo a la edad y a las necesidades personales.
Lícita posesión de algunos bienes en común
11. Se os autoriza la posesión de asnos o mulos, en la medida de lo preciso, así como la cría de algunos animales o aves.
Oratorio para el culto divino
12. Construid, si ello es posible sin mayor incomodidad, en medio de las celdas el oratorio, donde habéis de reuniros cada mañana para participar en la celebración de la misa, cuando resulte fácil en la práctica.
Colación de tema espiritual y corrección fraterna
13. Asimismo los domingos u otros días, si fuere menester, tened juntos una colación sobre la observancia en la vida común y la salvación de las almas. En este encuentro se corregirán también con caridad las faltas y culpas de los hermanos, de haberlas en alguno.
Ayuno
14. Guardad ayuno todos los días, menos los domingos, desde la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz hasta el día de la Resurrección del Señor, a no ser que la enfermedad o debilidad física u otra causa razonable aconseje su dispensa, pues la necesidad no está sujeta a ley.
Abstinencia
15. Observad la abstinencia de carne, a menos que la toméis como remedio en caso de enfermedad o debilidad. Y ya que, debido a los viajes, tenéis que mendigar a menudo vuestro sustento, fuera de casa podréis comer legumbres preparadas con carne, a fin de ahorrar molestias a quien os dé hospedaje. Pero queda autorizada la comida de carne en las travesías.
Armas para el combate espiritual
16. Puesto que la vida del hombre en este mundo es tiempo de prueba (cf Jb 7,1), y todo el que se propone vivir como buen cristiano sufre persecución (cf 2Tm 3,12), y vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar (cf 1P 5,8), procurad con toda solicitud poneros las armas que Dios os da para poder resistir a las estratagemas del diablo (cf Ef 6,11).
   Abrochaos el ceñidor de la castidad (cf Ef 6,14). Protegeos con el peto de piadosas consideraciones, pues escrito está: "El pensamiento santo te guardará" (Pr 2,11,según los LXX). Por coraza vestíos la justicia (cf Ef 6,14), a fin de amar al Señor, vuestro Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas (cf Dt 6,5), y al prójimo como a vosotros mismos.
   Tened siempre embrazado el escudo de la fe, que os permitirá apagar las flechas incendiarias del malo (cf Ef 6,16); pues sin fe es imposible agradar a Dios (cf Hb 11,6). Tomad por casco la salvación (cf Ef 6,17), confiando en el único Salvador que libera a su pueblo de los pecados (cf Mt 1,21).
   Que la espada del Espíritu, toda palabra de Dios (cf Ef 6,17), os pueble colmadamente (cf Col 3,16) los labios y el corazón (cf Rm 10,8). Y cuanto hagáis, realizadlo por la palabra del Señor (cf Col 3,17; 1Co 10,31).
Laboriosidad
17. Empleaos en algún trabajo, para que el diablo os halle siempre ocupados; no sea que, por culpa de la ociosidad, descubra el maligno brecha por donde penetrar en vuestras almas. Tenéis a propósito la enseñanza, así como el ejemplo del apóstol san Pablo, por el que hablaba Cristo (cf 2Co 13,3), y al que Dios nombró pregonero y maestro para predicar a los paganos la fe y la verdad (cf 1Tm 2,7). Si lo seguís, imposible equivocaros. Escribe él: "No vivimos entre vosotros sin trabajar, sino que trabajamos y nos cansamos día y noche, a fin de no ser carga para nadie. No es que no tuviésemos derecho para hacerlo, pero quisimos daros un ejemplo que imitar. Cuando vivimos con vosotros, os lo mandamos: 'El que no trabaja, que no coma'. Porque nos hemos enterado de que algunos viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada. Pues a esos les mandamos y recomendamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con tranquilidad para ganarse el pan" (cf 2Ts 3,7-12). Este es un buen camino de santidad: ¡a recorrerlo! (cf Is 30,21).
Práctica del silencio
18. Valora el Apóstol el silencio, por el hecho de imponerlo en el trabajo (cf 2Ts 3,12). Y como afirma el Profeta: Obra de la justicia es el silencio (cf Is 32,17). Y en otro lugar: "Vuestra fuerza estriba en callar y confiar" (Is 30,15). Por tanto, ordenamos que guardéis silencio desde la terminación de completas hasta después del rezo de prima del día siguiente. Fuera de este tiempo, aunque la práctica del silencio no sea tan estricta, evitad cuidadosamente la charlatanería; pues, como enseña la Escritura y lo abona la experiencia: "En el mucho hablar no faltará pecado" (Pr 10,199. Y: "Quien suelta los labios, marcha a la ruina" (Pr 13,3). Y también: "El locuaz se hace odioso" (Si 20,8). El Señor, a su vez, advierte en el Evangelio: "De toda palabra ociosa que hablen los hombres darán cuenta en el día del juicio" (Mt 12,36). Por consiguiente, que cada uno haga balanza y pesas para sus palabras, y puerta y cerrojo para su boca (no sea que resbale a causa de la lengua y caiga, y su caída resulte mortal sin remedio) (cf Si 28,29-30), vigilando su proceder, conforme al aviso del Profeta, a fin de que no se le vaya la lengua (cf Sal 38,2). Que cada cual se afane con todos sus cinco sentidos por guardar el silencio, obra de la justicia (cf Is 32,17).
Humilde servicio de autoridad
19. Tú, hermano Brocardo, y cualquiera que te suceda en el cargo de prior, recordad siempre y poned puntualmente por obra la máxima del Señor en el Evangelio: "El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo" (Mt 20,26-27; cf Mc 10,43-44).
Obediencia obsequiosa al prior
20. Por vuestra parte, los demás hermanos, tratad con deferencia y humildad a vuestro prior, fijándoos, más que en su persona, en la de Cristo, que os lo puso como superior, y que afirma a propósito de los pastores de la Iglesia: "Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza" (Lc 10,16). Hacedlo así, para que no os condenen en el juicio por menosprecio de la autoridad; antes bien, os recompensen con la vida eterna, en pago de vuestra obediencia.
Conclusión
21. En las breves páginas de este escrito os dictamos la norma de vida, a la que habéis de ajustar vuestra conducta. Si alguno rebasare el estricto cumplimiento de la misma, el Señor, a su vuelta, se lo retribuirá. Procédase, sin embargo, con discreción, ya que ella atempera la práctica de las virtudes.


CENTENARIO de la FORMULA DE VIDACARTA DE LOS SUPERIORES GENERALES OC-OCD

" Yo doblo mis rodillas ante el Padre…para que según la riqueza de su gloria, os conceda ser poderosamente fortalecidos en el hombre interior por su Espíritu " (Ef. 3,14.16)

1.      Introducción

Con una carta a todos los miembros de la familia Carmelitana hace 10 años hemos recordado el 750° aniversario de la aprobación definitiva de la Regla Carmelitana por parte del Papa Inocencio IV.
Con este escrito nos dirigimos una vez más a todos los distintos ramos de nuestra Familia para recordar el Octavo Centenario de la Forma de vida, entregada por Alberto, Patriarca de la Iglesia de Jerusalén (1205-1214), a los eremitas que vivían junto a la Fuente (de Elías) en el Monte Carmelo. Hemos elegido el 2007 como año simbólico ( entre el 1206-1214) de la Traditio de la Forma de vida, que después con algunas adaptaciones se ha convertido en la Regla que profesamos hoy. Este pequeño grupo inicial ha dado vida a una historia variada y rica de frutos de generosidad y fecundidad para la Iglesia.

2.      Memoria viva de los orígenes

Todo los Carmelitas podemos decir que nuestras raíces están en el monte santo[1]. Y escuchamos las palabras de Santa Teresa de Jesús: Pongan siempre los ojos en la casta de donde venimos, de aquellos santos Profetas. ¡Qué de santos tenemos en el cielo que trajeron este hábito! Tomemos una santa presunción, con el favor de Dios, de ser nosotros como ellos[2].

Queridos hermanos y hermanas, deseamos convocarlo simbólicamente a los pies del santo monte, junto a la multitud de testimonios, que en estos ocho siglos se han embebido de vitalidad espiritual en los mismos manantiales, con el fin de renovar el pacto de fiel servicio y de total obediencia a Jesucristo. De hecho nuestra Regla es siempre fuente de vida nueva.

3.      En Obsequio de Jesucristo

La Forma de vida es expresión de la experiencia espiritual del primer grupo de peregrinos, convertidos en eremitas junto a la Fuente de Elías en el Monte Carmelo; subraya con fuerza la presencia y el encuentro vital con la figura de Jesucristo, al cual nos sometemos por una íntima e irrevocable amistad. La identidad carismática del Carmelo nace de este contacto vital cotidiano, de un modo siempre renovado.
Esta propone desde el principio vivir en obsequio de Jesucristo, y todo lo que sigue no es sino una explicitación de tal afirmación: Cristo es el centro de la Regla y también de toda la vida Carmelitana. Escuchando su voz, gustosos ofrecemos nuestra libertad y la vida al único Señor y Salvador, el cual nos la devuelve en abundancia (cfr Jn. 10,10). ElObsequium es una escucha obediente, y vivir en obsequio de Jesucristo significa confesar con la boca y sobre todo en la vida cotidiana que Jesús es el Señor (cfr Rom. 10,9-18), bien conscientes de que solamente Él nos hace libres y nos llena de Sí. De hecho, el misterio de Jesús revela al hombre y a la mujer de todos los tiempos el sentido profundo de su propia existencia.

El seguimiento de la llamada de Cristo se traduce inevitablemente en un camino de transformación en Él, como en una nueva creación, y lleva también a ver y amar lo creado como Dios lo ve y lo ama. Se necesita indudablemente tanto valor y tenacidad al perseguir estos objetivos, porque a veces el camino puede ser tortuoso y arduo. No obstante, con el testimonio de tantos Carmelitas, con el ejemplo del Profeta Elías, fiel incluso en el desierto, nos sentimos animados y empujados hacia la montaña de la gloria. María, nuestra Madre y Hermana en la fe, que ha acompañado siempre interiormente a los Carmelitas, está con nosotros en cada momento y vela sobre nosotros en este itinerario que conduce a Cristo Señor.

4.      Al centro…

La Regla prevé el oratorio en medio de las celdillas (n.14): todas las mañanas cada uno es llamado a reunirse para la celebración de la Eucaristía. Los Carmelitas dejan sus celdas y se encuentran en la mitad del desierto, como un gesto simbólico del camino espiritual. Como miembros de una comunidad salen de la soledad de las celdas para reunirse juntos en el centro de la acción comunitaria. El oratorio, que se encuentra en medio de las celdas, viene a indicar que solamente Cristo Señor es el centro verdadero de la persona y de la comunidad. Esto evoca la vida de la primitiva comunidad cristiana (Act. 2,42;4,32), que siempre ha sido considerada memoria y profecía de la vida consagrada.
Esta reunión cotidiana es como una llamada para salir de la soledad de la celda y del peligro de la autosuficiencia para encontrar a Dios en el corazón de la comunidad.
El espacio y el tiempo dedicados a la búsqueda de Dios en el silencio solitario y contemplativo de la celda no debe alejar a los Carmelitas de la relación con las otras personas. Ambas realidades deben implicarse si han de ser auténticas. Cualquier experiencia religiosa de hecho es auténtica en la medida en que nos comportamos con los demás.
En el centro del CastilloInterior de Santa Teresa de Jesús se desarrolla el encuentro íntimo entre Dios y el ser humano[3]. La meta del camino interior es llegar a este centro de nosotros mismos donde habita Cristo, superando las diversas dificultades y tentaciones. La Regla a este respecto emplea la imagen bíblica de la lucha con las armas espirituales, que son la castidad, los pensamientos santos, la justicia, el amor de Dios y del prójimo, la fe, la confianza en el Salvador, la palabra de Dios. La Regla y la Biblia nos recuerdan que este combate espiritual tiene lugar dentro de nosotros mismos. Con la oración, el silencio, el trabajo y la abnegación evangélica, aprendemos a conocer las partes de nuestra vida que tienen necesidad de curación y a reconciliarnos al Señor (R 18,19,20,21).

5.      Debéis reuniros cada día para la Misa (n.14)

La jornada del eremita comienza con la celebración cotidiana de la Eucaristía, memorial de la Pascua del Señor. No se encuentra fácilmente para los eremitas en otros casos el precepto de la reunión y de la celebración eucarística. En cambio los primeros Carmelitas se dan cuenta de la importancia de este misterio para su vida, y así será durante los ocho siglos consecutivos: el encuentro y la comunión con Cristo son el momento central de la vida interior.
Entre los muchos ejemplos que conocemos podemos citar a Santa Teresa de Jesús, quien no consideraba una fundación completada hasta que se celebrase la primera misa y se colocase el Santísimo en el tabernáculo de la capilla.
Casi todos los éxtasis de Santa María Magdalena de Pazzi han acaecido después de la comunión, y el beato Tito Brandsma en el campo de concentración de Dachau recibía fuerza de las sagradas especies que guardaba en la funda de sus gafas.

La Eucaristía es el centro de nuestra oración, el misterio de Cristo entregado hasta la cruz y resucitado y viviente con nosotros. Es la celebración de la fiesta escatológica de todas las gentes. Es el don divino de paz para compartir con todos.

6.      Meditar día y noche ( n.10)

La Regla nos invita a encontrar a Jesucristo en su Palabra. Se vive solos en la celdilla para permitirle que hable a nuestro corazón

La meditación de la ley del Señor y la oración vigilante son dos momentos de la Lectio divina: meditación y oración llenan toda la jornada.
A la lectura de la Biblia, hecha también oralmente, sigue la masticación (ruminatio)  y la repetición para que las Palabras queden bien fijas en la mente y el corazón y sobre la boca (R 19). No obstante es el Espíritu quien sigue suscitando el gusto de las cosas espirituales y el don de la contemplación, hasta llegar a una inhabitación: nosotros vivimos la Palabra para que la Palabra habite de nosotros. Nosotros vivimos en Cristo, pero que Cristo por la fe habita en nosotros. (R 10.19)[4] La invitación a permanecer en la celdilla, aunque se refiera inmediatamente a una soledad física, entiende sobre todo aquella espiritual, porque la soledad está habitada por Cristo, Palabra del Padre. La vida del carmelitano/a es un vivir en Cristo. (R 18).

La oración personal y comunitaria nos hace capaces de escuchar la voz de Dios y de descubrir su rostro y el de los demás. La soledad de la celda, y sobre todo la del íntimo ser de almal[5] es el lugar donde nuestros corazones pueden sintonizar con el corazón de Dios y con su voz.

7.      La Palabra de Dios habite abundantemente en nuestra boca y en vuestros corazones (n. 19)

Se hace referencia a la palabra bíblica, y en ella más profundamente a la voluntad salvadora del Señor, y sobre todo al misterio de Cristo, la única Palabra pronunciada por el Padre, acogida en el silencio interiormúsica callada, soledad sonora[6]. La Palabra, hecha presencia, se convierte en sostén y energía para el profeta Elías, ardiente de pasión por Dios, venciendo en él la depresión y la claudicación. Así puede servir al pueblo, ser fiel a la Alianza y continuar ocupándose de los débiles y de los oprimidos.
San Juan de la Cruz precisa: una Palabra habló el Padre, que fue su Hijo y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma[7]. En darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar.[8]
La Regla nos quiere como oyentes de la Palabra, como María, Icono de nuestra  Lectio Divina y segura maestra: María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón (Lc 2,19). Ella se puso totalmente al servicio de Jesús y del plan de Dios con palabras que expresan su vida: he aquí la esclava del Señor (Lc 1,38).

Esta única Palabra continúa hablándonos hoy en la profundidad de nuestra conciencia y capacidad de fe, continúa hablándonos de la profundidad de los sucesos y requerimientos de la humanidad.


8.      En el silencio y en la esperanza está vuestra fortaleza (n.21)

Nuestra Forma de vida reúne el silentium con la esperanza, en cuanto puede significar también reposo, quietud, tranquilidad, actitudes que se fundan en el abandono confiado a Dios y se vinculan con la esperanza. La Regla del Carmelo supone la soledad (R 5,6,10), prescribe el silencio y la paz (R 21), la educación de las facultades intelectuales e imaginativas a través de "pensamientos" santos, y podemos añadir, con imágenes y símbolos santos (R 19): todo esto para dar vigor interior a la persona.
Advertimos con gusto en nuestro tiempo señales de atención y de necesidad difundida hacia estos bienes espirituales, y el Carmelo, firme en su antigua tradición y testimonio, los puede acoger y hacerlos fructificar en el signo de la esperanza cristiana.
Se pide el valor de una fidelidad creativa al carisma que llevamos dentro, porque el Espíritu del Señor continua operando también en un mundo herido o enfermo.

La esperanza es energía del Espíritu que toca a cada persona, incluso los eventos importantes de la historia, suscitando energías y proyectos, y llevando a  cumplimiento el plan secreto de Dios sobre la humanidad. El cristiano tiene la vocación a la esperanza para sí y para el mundo, cultiva la justicia en la verdad y no se dejará jamás aplastar por las ideologías, por la propaganda o por el montón de palabras vacías. Trata de leer la realidad contemporánea con la mirada de Dios. La escucha de la Palabra de Dios transforma los pensamientos, ayuda al discernimiento, y refuerza las convicciones personales. Es testigo, incluso en la oscuridad de la vida, de que la última Palabra de la historia no es la de la muerte, sino la de la gracia de Dios en la plenitud del Resucitado.

9.      Por los caminos del mundo (n. 17)

La relación con Jesucristo marca profundamente la vida espiritual de los consagrados, y de todos los fieles, y por ello se subraya la llamada universal a la santidad. Nuestra experiencia carmelitana, cualificada por la intimidad con Dios, expresa por una parte una gran pasión por la Iglesia y por otra una solicitud atenta y generosa por la persona. Nuestros Santos nos han legado esta doble dirección, como efecto de una experiencia mística, que dilata el corazón y hace eficaz el anuncio de la Palabra.
Teresa de Jesús está pronta a dar mil veces la vida por una sola alma y anima a las hermanas a orar y trata de que se aficionen  al bien de las almas. Su vida en el Carmelo es para la Iglesia y para la humanidad[9].
Para Teresa del Niño Jesús, Doctora de la Ciencia del amor y patrona de las misiones, la vocación al amor en el corazón de la Iglesia-madre es uno de los descubrimientos desconcertantes y determinantes de su santidad.

La oración carmelitana es apostólica. Ella es compasión y acicate para regalar a los demás, sobre todo los pequeños y a los pobres, las riquezas recibidas en la relación con Dios. El compartir los dones de la espiritualidad carmelitana contribuye a construir el mundo de los hijos de Dios. El Dios contemplado es Aquel que escucha el grito del pobre y se hace su Garante (Es 2,23;3,7; Salmo 113,7-8). Hoy el mundo tiene necesidad de esperanza y transformación, y nosotros podemos ayudarlo a construirlo con la fuerza del Espíritu.
El Papa nos recuerda que podemos amar en Dios y con Dios, también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto sólo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo[10].

Es así cómo la pasión por Cristo se convierte también inevitablemente en pasión por el hombre, desde el momento que Él ha venido a salvar a toda la humanidad perdida, sin distinción de cultura, raza o lengua. El Espíritu de Jesús, acogido en el silencio contemplativo, da la libertad de espíritu e incita a dejar las seguridades para ir al encuentro de los hermanos y hermanas necesitados de esperanza.


10.  Alarga el espacio de tu tienda (Is. 54,2). La Fraternidad ( nn. 4,5,7,9,12)

La Fórmula de Vida está dirigida a "B. y demás ermitaños" (R 1). Jesucristo es la razón de su estar juntos y es también el motivo de su obediencia voluntaria a un hermano, que aceptan como guía de su proyecto de vida. Esto mira hacia adelante en el tiempo, al mismo tiempo que se inspira en el pasado: a los padres de la Iglesia (sancti Patres) (R 1), a la Iglesia de Jerusalén, a través de su Patriarca, y por ella a todas las iglesias y a todo los que vienen a nosotros (R 9), hasta que el Señor vuelva. No caminamos solos, sino que juntamente con nuestros hermanos y hermanas buscamos el rostro del Dios vivo. Éstos son los grandes santos que iluminan el Carmelo y la Iglesia, y todos aquellos con los cuales compartimos hoy la vida, encontrando en su comunión la fuerza y el gozo del carisma.

11. Guarde con el Profeta a sus caminos ( n.21)

Junto a tantos testimonios del pasado, fuente de expiración para nosotros, el Espíritu ha suscitado en los tiempos más recientes grandes figuras de profetas-mártires en el contexto de sucesos dramáticos de la humanidad: el beato Tito Brandsma en el sector de la comunicación de la libertad y de la verdad y contra el racismo; Santa Edith Stein en el sector de la dignidad de la mujer, de la búsqueda inteligente de la verdad, en las fronteras de la relación hebraísmo-cristianismo; otros carmelitas mártires, misioneros y confesores de la fe y del amor de Dios. La actitud contemplativa del Carmelo ha desencadenado una participación frecuentemente dirigida a la suerte de los hermanos y de las hermanas en las amargas vicisitudes de la vida. El silencio teologal del Carmelo hace suyos los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias (GS 1 ) de los hombres y de las mujeres de toda época por la construcción de un mundo nuevo más justo.

Conclusión

El Carmelo fascina por la belleza y el esplendor de María, el libro en el cual está escrita la Regla, porque en ella está escrita la Palabra[11]La Regla es Jesucristo, el Verbo, Palabra única del Padre: en María encontramos su conformación más perfecta. Discípula de Cristo, María favorece la encarnación de la divina Palabra en nosotros. Esto es lo que anhelaba también la Beata Isabel de la Trinidad, como una Encarnación del Verbo en su alma[12].
La convicción de que en María y en su vida deba ser leída nuestra Regla se remonta a los primeros escritos carmelitanos. El ven. P. Miguel de San Agustín escribe: nuestra Regla (es decir nuestro estilo de vida) "sim-boliza" con María, María es como la otra parte del "símbolo" que permite el mutuo reconocimiento[13].
Teresa de Lisieux, que ha redescubierto el corazón del Evangelio, ha descubierto al mismo tiempo que María es más madre que reina, que su vida es igual a la nuestra y por esto nos arrastra desde dentro a Jesús en la fe y en el servicio[14].

Observando estos 800 años de la historia carmelitana, expresemos nuestra gratitud a Dios por todo lo que Su gracia ha hecho acaecer para la vida de la Iglesia.
Alabemos al Señor por todos los santos, conocidos o no, de nuestra Familia.
Teniendo presentes nuestros santos padres, oremos para ser imbuidos de amor y de pasión por el Señor y que nuestra Regla continúe inspirando aquellos que tratan de vivir en obsequio de Jesucristo, en la tradición viva carmelitana. 
La memoria de este octavo centenario es para nosotros llamada de gracia a la fidelidad gozosa en el hoy de la Iglesia y de la humanidad.

[1]   Jean de Cheminot (1337), Speculum Fratrum Ordinis B. Mariae de Monte Carmelo.
[2]  Fundaciones 29,33.
[3]  Castillo Interior 1,3.
[4]  Cfr Jn. 15,4.7;13,10; 1Jn. 5,11-12; Gal. 2,20; Gal 4,15; Rom. 6,11 etc.
[5]  S. Juan de la Cruz, Cántico 1,6.
[6]  Cántico, 14 e 15.
[7]  Dichos de Luz y Amor 99, en Obras Completas, Ed Espiritualidad, Madrid 1988.
[8]  2 Subida 22,3.
[9]  Camino 1,5; 3,4Fundaciones 1,6 y 7.
[10]  Benedicto XVI, Deus caritas est, 18.
[11]    Constituciones de las Carmelitas del monasterio de S. María Magdalena, Florencia 1981, n. 22.
[12]    Elevación a la Santísima Trinidad, 21 de noviembre de 1904
[13]   De Regula Carmelitarum, en Introductio ad vitam internam et fruitiva praxis vitae mysticae, Roma 1926, 183.
[14]   Ultimas Conversaciones, 20-21 agosto